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Antifrágil
Lo que no te mata, te hace más fuerte
La semana pasada disfruté de un maravilloso intercambio de emails con una fiel lectora.
Por cierto, el “te leo” del final de mis newsletters debería ser más bien un “te leo y te escribo”, porque respondo personalmente a todos y cada uno de los emails que me enviáis.
Si tuviera que decir la razón principal por la que escribo estas reflexiones, sería precisamente por estos intercambios con los lectores.
Muchísimas gracias de todo corazón por estar ahí, al otro lado.
En ese intercambio, hablamos sobre el concepto de “resiliencia” que está tan extendido, y por qué yo prefiero el menos conocido de “antifragilidad”.
Algo es resiliente cuando aguanta ante la adversidad y las dificultades. Es algo así como ser fuerte, duro y tener mucho aguante.
Eso está muy bien y es deseable, pero hay un paso superior.
Los muros de un puerto están construidos para soportar el empuje de las olas. Choque tras choque, permanecen impertérritos.
Algo muy meritorio de por sí, pero siempre existe la posibilidad de que llegue una ola tan fuerte que rompa la piedra y cause una inundación.
Sin embargo, la antifragilidad supone que una persona, un sistema o una entidad no sólo resistan las agresiones externas, sino que, al mismo tiempo, se hagan más fuertes en el proceso.
Cuando entrenas un deporte o en el gimnasio, te vuelves mejor y más apto cada vez. Necesitas un estresor mucho más fuerte que el anterior para ser perjudicado.
Si pasas una enfermedad, tu cuerpo genera anticuerpos que hacen más difícil que te enfermes nuevamente.
Y, por supuesto, cuando superas un evento trágico en la vida, tu psique se fortalece de tal manera que te prepara mucho mejor para las vicisitudes futuras.
La antifragilidad es la capacidad de adaptarse ante el desorden y el caos.
La idea la acunó Nassim Nicholas Taleb en un libro del mismo nombre.
Taleb es el mismo economista que se hizo famoso hace años con el concepto del “Cisne Negro”, que trata sobre los eventos inesperados con efectos devastadores.
Advertencia.
El libro es bastante durito de leer y, en ocasiones, es un soberano coñazo, pero merece la pena profundizar en detalle sobre la antifragilidad.
“Antifragilidad” no se ha popularizado tanto porque tiene una sonoridad mucho menos atractiva que “resiliencia, aunque, a mi juicio, es una cualidad mucho más deseable.
Sospecho que su falta de arraigo también se debe a que valores como la competitividad, enfrentar la incertidumbre y crecer ante la adversidad están tristemente en desuso.
Las sociedades modernas están creando hijos frágiles que, ante la menor incertidumbre, se quiebran y no son capaces de superar la más mínima dificultad emocional, profesional o existencial.
Haríamos bien en acostumbrarnos al desorden, al caos y a lo inesperado.
Y no sólo para resistirlos y que no nos afecten, sino para utilizarlos a nuestro favor, resurgiendo renovados, más fuertes y mejores.
Como dice el refrán: “Lo que no te mata, te hace más fuerte”.
O al menos, así debería ser.
Te leo.
Iñaki Arcocha
P.D: Para los valientes, merecen la pena los primeros capítulos.