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Con o Sin Colonia
Hacia Atrás, Nunca
El otro día descubrí que comparto algo que no sabía con mi suegro.
Los dos somos fieles a nuestras colonias.
Me contaba que durante muchos años usó la misma colonia, a pesar de que cada vez era más difícil conseguirla.
Cuando descubría algún sitio donde la vendía, compraba los botes de diez en diez.
Así hasta que se quedó con el último.
Aún lo conserva para recordar el olor.
Yo no tuve tanta suerte.
En mi caso se trataba de Jazz, de Yves Saint Laurent.
La primera colonia que utilicé de manera consciente en mi adolescencia y que mantuve durante muchísimos años.
No menos de 20, y quizás fueron más.
Al igual que le pasó a mi suegro, la marca dejó de fabricarla en algún momento.
Durante años, yo también me pasé muchas tardes mendigando por perfumerías y tiendas especializadas en busca de mi vellocino de oro.
Cada vez que escuchaba que había stock en algún sitio, me lanzaba como un loco.
“He oído que quedan en El Corte Inglés”.
Ahí que voy.
“En Douglas tienen unidades”.
Dámelas todas.
Mi último reducto fue, quizás, el más inesperado de todos: Venezuela.
Otra razón adicional para amar ese maravilloso país.
En cada viaje me hacía con todas las existencias que quedaban hasta que ya no hubo más.
Finito.
¿Por qué me gustaba tanto Jazz?
Porque fue la última colonia que usó mi padre y,en mi memoria, estaba unida a él de manera inseparable.
Durante muchos años, me pareció una manera de seguir conectado con él, de mantenerlo vivo de alguna manera.
Estoy seguro de que sabes a lo que me refiero.
Con mucha frecuencia, demasiada, nos aferramos a objetos, lugares y recuerdos que nos anclan al pasado.
A veces lo hacemos por amor, nostalgia o por cualquier otra buena razón.
Pero no siempre es así.
La realidad es que nos encanta hacernos daño a nosotros mismos.
Nos cuesta un mundo pasar página y seguir adelante.
Es difícil cuando se trata de un lugar, como tu país, o un objeto, como la casa familiar, pero es muchísimo peor cuando se trata de una persona.
En estos casos, la auto tortura puede alcanzar niveles inimaginables.
La diógenes emocional existe y es muy peligrosa.
Acumulamos recuerdos, sensaciones y objetos que nos resultan imposibles de dejar atrás.
Fotos, vídeos, whatsapps, un último beso, un adiós definitivo….
Todo lo que nos despierta las emociones más intensas.
¿Para qué?
No lo sé.
Lo que sí sé, es que cuando por fin avanzamos y nos deshacemos de todo aquello, descubrimos algo importante.
Que no pasa absolutamente nada.
El mundo sigue girando.
La vida no se detiene por nada ni por nadie.
Y después de cada mala noche, siempre hay un nuevo amanecer.
He usado otras colonias después de aquella.
No muchas, que soy un animal de costumbres.
Algunas me han gustado tanto o más que la primera y otras no.
Siendo del todo sincero, ni siquiera recuerdo exactamente a qué olía Jazz.
No creo que la volviera a usar hoy, aunque encontrara un bote perdido.
Algunas cosas están mejor dónde están.
En el pasado donde ya no pueden hacerte daño, si no les dejas.
Mientras tanto, seguiré queriendo, echando de menos y honrando la memoria de mi aita como el primer día.
Con o sin colonia.
No tengas miedo de aligerar tu mochila y dejar ciertas cosas atrás.
Piensa que esa es la única manera de meter otras nuevas.
Como decía mi padre:
Hacia atrás, ni para tomar impulso.
Te leo.
Iñaki Arcocha
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