De cada 100 hombres, 80 son carne de cañón

Heráclito

Heráclito afirmaba que en cada batalla hay 10 hombres que directamente no deberían estar allí, 80 que esencialmente son carne de cañón, 9 que son los verdaderos soldados y afortunadamente estás presentes, y tan sólo 1 destaca entre los demás como un auténtico líder.

La historia del famoso filósofo no debe desalentarnos a pensar que solo 1 persona de cada 100 puede destacar entre la multitud, sino todo lo contrario: nos insta a aspirar a mejorar en el juego infinito de la vida.

Los desafíos a los que nos enfrentamos en la vida no son juegos finitos con un principio y un final determinados, reglas claras y jugadores fijos. Muy al contrario, para nosotros, cada mañana es un día nuevo y, al más puro estilo de mis novelas favoritas de la adolescencia, todos formamos parte de "elige tu propia aventura". Somos prisioneros de nuestras decisiones y, al mismo tiempo, dueños de nuestro propio destino.

Los juegos finitos, como los partidos de fútbol o las partidas de ajedrez, tienen un principio y un final determinados, donde la competencia prevalece sobre todo lo demás. La vida, sin embargo, es un juego infinito que cambia constantemente y en el que no hay demasiadas reglas fijas, y mucho menos estables. Lo más importante ya no es la competencia, porque no compites contra nadie más que tú mismo, y la intensidad de ganar deja paso a la consistencia de resistir. El juego infinito de la vida no termina nunca, incluso cuando ya no estés; tienes la oportunidad de dejar un legado que trascienda y, de alguna manera, continúe el juego.

Cada día es, por tanto, una nueva oportunidad de desafiar las estadísticas y a la diosa Fortuna. Es una oportunidad de no formar parte de ese grupo de 80 que ven la vida pasar ante sus ojos y lograr ser parte de ese grupo singular en el que tú decides por dónde se conduce tu camino.

Al final del día, no hay nadie que conozca ni valore más tu vida que tú mismo. Entonces, ¿quién mejor que tú para ponerse al timón?

Pero cuidado, ser líder implica siempre valentía. Requiere la voluntad de aprender de los tropiezos que sufrimos durante el camino, para aprovechar todas las oportunidades y mejorar.

Como le dijo Thomas Wayne a su hijo Bruce, “¿Por qué nos caemos, Bruce? Para aprender a levantarnos”. Que por cierto, es también la frase que más repito a mis hijos desde que nacieron.

Te leo.

Iñaki Arcocha