Deja tu ego en casa

Así podrás ganar sin tener que jugar

Alex Corretja fue el mejor tenista español durante gran parte de los 90 y principios de los 2000.

En 1998, logró ganar el Masters de Tenis, un hito que ni siquiera Nadal ha conseguido, y fue finalista de Roland Garros, donde perdió ante Carlos Moyá.

En el 2000, el tenis español se enfrentaba a un desafío histórico: Ganar su Primera Copa Davis.

La final se jugaba en España y el equipo español daba miedo: el propio Corretja, Juan Carlos Ferrero, Albert Costa y Joan Balcells.

Todos especialistas en tierra batida y jugando la final en casa, en el Palau Sant Jordi de Barcelona.

En frente, estaba el no menos temible equipo Australiano, con Lleyton Hewitt a la cabeza, acompañado por Patrick Rafter, Mark Woodforde y Sandon Stolle.

Varios ex-números 1 mundiales entre ambos equipos y todos ultra competitivos.

Corretja, en su condición de número 1 de España, creía que iba a ser la pieza clave del equipo.

En su cabeza, él jugaría el primer partido para encarrilar la eliminatoria, se reservaría en el dobles a pesar de ser un partido importante, y tendría la oportunidad de ganar el punto definitivo en la jornada del domingo.

Plan perfecto.

Sólo que el grupo que formaban la capitanía del equipo, el famoso G4: Javier Duarte, Josep Perlas, Juan Avendaño y Jordi Vilaró, tenía una idea muy diferente.

Para empezar, no jugaría el primer día.

Ninguno de los dos partidos.

El dobles sí que lo jugaría, con la misión de sacar ventaja a Australia de cara a la jornada decisiva.

Y el domingo, sólo jugaría el segundo partido en caso de ser necesario.

La cara de Corretja debía de ser un poema durante la reunión, y menos mal que estaba ya sentado para no caerse al suelo.

La verdad es que no se lo podía creer.

Él era claramente el jugador número 1 de España y no lo iban a poner en los partidos clave, salvo en el dobles, donde el equipo tenía un pésimo historial.

Máximo riesgo, mínima gloria.

Y ahí estaba el problema: no se trataba de la gloria de Alex Corretja.

Los capitanes le explicaron que la carga de partidos que acumulaba era bestial y que la mejor estrategia esra que se enfocara en dar ventaja a España en el dobles.

Poco a poco, Corretja fue entendiendo que eso era lo mejor para el equipo y para el objetivo final.

Porque la eliminatoria no se trataba de que él ganara el punto decisivo, sino de que España lograra la ansiada Copa Davis, que se le había resistido hasta entonces.

Al final, España logró ganar el dobles y Ferrero consiguió el punto decisivo ante Hewitt, con un passing shot final para los anales de la historia.

El plan de los capitanes se cumplió a la perfección y España comenzó un camino que la llevaría a ganar la Davis hasta en 5 ocasiones más en los años siguientes.

Nada de esto hubiera sido posible si Corretja no hubiera dejado su ego en casa.

Si no hubiera puesto sus intereses personales a un lado y se hubiera enfocado en lo que realmente importaba.

En muchas ocasiones, nos ciega la soberbia, la envidia o el simple afán de protagonismo.

No somos capaces de pensar con humildad y reconocer que el mundo no gira alrededor de nosotros.

Lo peor de todo es que siempre nos damos cuenta de nuestro error demasiado tarde, cuando el tren de la oportunidad ya pasó y nosotros nos quedamos en el andén.

Nos empeñamos en ganar discusiones estériles con nuestros amigos o familiares, para que nuestra victoria sea estar solos en la barra del bar.

Felicidades, has ganado y no tienes a nadie con quién celebrarlo.

Buen trabajo.

Yo mismo me he tomado demasiado kalimotxos solitarios por discusiones que ni recuerdo ni me importan.

Y la verdad es que beber solo es la cosa más triste del mundo.

Te leo.

Iñaki Arcocha