Desprecios Edulcorados

La Mano Muerta

El otro día me hicieron un desprecio alucinante.

Lo más parecido a una cobra social que he visto en mi vida.

Sssssssss

De locos.

Fue mi vecino de Bilbao.

Si ya leíste mi historia sobre el vecino de Marbella, debes pensar que no tengo suerte con mis vecinos.

O que el rarito soy yo, que todo puede ser.

En esta ocasión, confesaré que hay muchas más razones para el mal cariño.

Digamos que no soy su trozo de tarta favorito, ni él el mío.

Bobadas de niños que colean siendo adultos.

Nada que no sepas.

Por suerte no nos vemos demasiado.

Como mucho en Navidades cuando los dos volvemos a casa a pasar unos días.

E incluso entonces, apenas coincidimos en el portal un par de veces.

Hola. Hola.

Adiós. Adiós.

Pero como el destino es caprichoso y de vez en cuando juguetón, este año nos encontramos en el supermercado con nuestras madres.

No preguntes.

Y ahí es cuando sucedió la magia.

Me saludó de la manera más educada y al mismo tiempo menos amistosa posible.

Hay que valer para eso.

Tuvo de todo.

Sonrisa sin patas de gallo más falsa que un billete de madera.

Fue tan breve que por un momento pensé que la había soñado.

Cruce de miradas fugaz, seguido de un giro de cuello incompatible con la vida.

Los dos pies ya en dirección a la salida, dejando claras las ganas de alejarse de mí.

Y el colofón a la función: una mano blanda, tan muerta que podría protagonizar por sí sola una película de zombies.

Bravo.

Menuda cobra Deluxe.

Casi me dieron ganas de aplaudir y pedirle un autógrafo.

Muy bien jugado.

Me saludas, con lo que no puedo decir que seas un maleducado, y al mismo tiempo me dejas clarinete lo que opinas de mí.

Chapeau.

Mi recomendación que nadie me ha pedido es que no hagas eso.

Nunca.

¿Qué ganas con esos desprecios disfrazados de educación?

Nada.

¿Qué pierdes?

Mucho.

El respeto propio para empezar.

Tu tiempo para seguir.

Si algo o alguien te desagrada tanto, no pierdas el tiempo en ello.

Quedarte anclado en la animadversión no te va a dejar avanzar.

Y además no engañas a nadie.

Tus emociones son tan transparentes como un libro abierto.

Mientras sigas presa de ellas, no serás libre.

Pasa página, camina ligero y descubrirás que eres mucho más feliz así.

Y si no te queda más remedio que actuar….

…da la mano con firmeza, mirando a los ojos y con una sonrisa de oreja a oreja.

Cuando lo haces así, no sólo quedas bien, sino que más importante aún, conservas tu dignidad.

Que no cuesta tanto, hombre.

Te leo.

Iñaki Arcocha

P.D: Si te gustan estas newsletters, compártelas con tus amigos en el siguiente enlace: https://arcochacapital.beehiiv.com/subscribe

P.D 2: Y si no te gustan, compártelas con tus enemigos para que se fastidien: https://arcochacapital.beehiiv.com/subscribe