Determinación Inquebrantable

La Batalla de las Árdenas

Si te pregunto por una batalla decisiva de la II Guerra Mundial, seguramente pensarás en el Desembarco de Normandía.

Y sin duda, la importancia de aquél 6 de junio de 1944 es indiscutible.

El Día D.

No solamente supuso el inicio de la recuperación de los territorios ocupados en la Europa occidental, sino que también alivió la enorme presión que sufría la Unión Soviética.

En tiempos recientes, Steven Spielberg inmortalizó aquel día en la inolvidable “Salvad al Soldado Ryan”, mostrando la crudeza de la guerra con una intensidad nunca antes vista.

Sin embargo, yo me quedo con otra batalla igualmente importante pero quizás menos conocida: la Batalla de las Árdenas.

En este caso, la iniciativa la tomó el ejército alemán el los últimos estertores de la guerra, allá por diciembre de 1944.

Lo que debía ser un ataque fulminante y por sorpresa sobre las tropas aliadas atrincheradas en los densos bosques y montañas de la región de las Árdenas en Bélgica, se convirtió en el último clavo en el ataúd nazi.

El ejército alemán había preparado la ofensiva con tal nivel de meticulosidad y sigilo que pilló absolutamente desprevenidas a las tropas aliadas.

Para colmo de males, las intensas nieblas de la zona impidieron que los aliados utilizaran su mejor arma: la abrumadora superioridad aérea de su ejército.

Todo a favor de los alemanes que sin embargo perdieron aquella sangrienta batalla al olvidar un pequeño detalle.

La inquebrantable determinación del ser humano.

A pesar de estar rodeados, superados en número y enfrentando condiciones climáticas extremas,las tropas aliadas, en especial los estadounidenses, dejaron para la posteridad una lección de superación ante la adversidad.

Muchos fueron los héroes de aquellos días, como el General Eisenhower y el General Montgomery, ambos cruciales en la estrategia general, tanto el americano como el británico.

Sin embargo, la acción decisiva se la debemos al también americano General Patton.

Su audaz estrategia de redirigir el Tercer Ejército estadounidense a través de un infernal clima invernal para apoyar las tropas situadas en la ciudad clave de Bastoña, fue crucial para rechazar a los alemanes.

El precio a pagar fue altísimo.

Más de 20.000 muertos, 46.000 heridos y 24.000 prisioneros por el lado aliado son buena prueba de ello.

Las bajas fueron devastadoras, pero la alternativa era mucho peor.

Mi abuela siempre decía que no le pidas a Dios que te eche todo lo que puedes aguantar, porque es mucho más de lo que imaginas.

Sin embargo, yo creo que a veces está bien enfrentarse a estas situaciones tan extremas porque es la única forma de conocerte a ti mismo.

Desde luego, no hay que ser tan dramático para coger el macuto y lanzarse al primer conflicto bélico que nos pille a mano.

No es eso.

A lo que me refiero es que cuando nos vienen mal dadas, tenemos dos opciones: lamentarnos o rebelarnos.

No hay más.

Cuando pienso en mi carrera profesional, soy capaz de recordar algunos momentos exitosos pero los detalles son difusos.

Esquivos.

Sin embargo, me acuerdo con extremada precisión del verano que me quedé por primera vez a cargo del departamento y no sabía ni por dónde empezar.

También de la primera vez que llevé la batuta en una reunión con un cliente importante y me atemorizaba no saber responder a sus preguntas.

Y, por supuesto, me acuerdo como si fuera ayer de mi primer trabajo en Suiza como jefe de departamento, y a los 15 días dimitió todo mi equipo al que apenas conocía.

Todo aquello me hizo aprender y mejorar, mucho más que ninguno de mis grandes triunfos.

Porque siempre, siempre, siempre, la noche es más oscura antes del amanecer.

Y porque el que resiste, gana.

Te leo.

Iñaki Arcocha