Di mi Nombre

O al menos inténtalo

Me llamo Iñaki Arcocha, y con un nombre y apellido vascos como los míos, hasta en España a veces la gente se traba al pronunciarlos.

Otro día hablaré de la forma en que los escriben que daría para un par de novelas….

El tema es que cuando viajo fuera de España, la cosa se complica hasta niveles alucinógenos y debo reconocer, que es algo que me ha molestado durante una gran parte de mi vida.

El caso más aberrante y en el que creí estar viviendo una cámara oculta se produjo hace ya unos años en un hotel de Caracas. Una de las razones por la que amo tanto Venezuela y a los venezolanos, es por su infinita capacidad de inventiva.

Genios.

Después de un día particularmente agotador de reuniones, decidí bajar al lobby del hotel para cenar algo, ya que no me apetecía comer solo en la habitación y salir de noche por Caracas no era recomendable en ese momento.

Terminada la cena, pedí la cuenta con un poco de prisa para irme pronto a dormir que al día siguiente tenía otro día lleno de reuniones.

La verdad es que nada me podría haber preparado para lo que vendría después…

Para empezar, el camarero se acercó con la cuenta, visiblemente descompuesto. Sostenía la cuenta en una mano mientras me miraba alternativamente a mí y al papel.

Nada más plantarse ante mi mesa, empezó a llamarme por mi nombre…..o eso intentó.

“Señorrrrrrrr…. ¿Ikaki?, ¿Kuki?, ¿Inani? ¿Naniki?”

“Sí, Iñaki, me llamo Iñaki”

“Ah, ok, Ikuki. Apellido…….¿Arocha?, ¿Archoca?, ¿Kokocha?”

“Iñaki Arcocha, sí. Sé que es un poco difícil de pronunciar”

“Claro, claro. Sr. Ikuki Kokocha, su cuenta”

“ El mismo, muchas gracias”.

Me encantaría decir que me lo tomé todo a broma, como hago ahora, y que le dejé una generosa propina al camarero. Pero la verdad es que me sentó bastante mal y me fui rápidamente a mi habitación a rumiar mi ira interna.

A lo largo de los años, he experimentado diversas versiones de este incidente con mi nombre y apellido, aunque gracias a Dios, con menor intensidad.

Lo que he aprendido en este tiempo es que el problema lo tengo yo y no los demás.

Siempre creeré que es importante hacer el esfuerzo por pronunciar y escribir correctamente los nombres que nos resultan extraños, pero en el gran tapiz de la vida, la verdad es que no es algo tan trascendental.

Después de todos esos episodios, mi carácter se agriaba durante unas horas y todo lo que hacía durante ese tiempo me salía con desgana y lejos de la perfección.

Entonces, ¿quién salía perjudicado de un evento que, por otro lado, era bastante intrascendente?

Yo.

El único que salía perdiendo era yo mismo por frustrarme con el resto del planeta por no aprenderse correctamente mi nombre.

Sin duda alguna, la arrogancia es una de los peores consejeras posibles.

Me costó mucho aprenderlo, pero finalmente entendí que se vive mucho mejor cuando aceptas que hay cosas que sencillamente no puedes cambiar.

Es importante luchar por tus intereses, pero hay batallas que simplemente no valen la pena pelear y que además no ganarás.

Cuando logras distinguir lo que verdaderamente merece la pena de lo que no, te liberas y empiezas a vivir más ligero.

Le debo una buena propina a ese camarero y un buen vasco siempre paga sus deudas.

Te leo.

Ikuki Kokocha