Él dijo No

Alberto es uno de mis mejores amigos.

Curiosamente, es de los pocos que no conocí en el colegio o en la universidad.

Los vascos somos cerrados… pero al parecer no tanto.

Trabajamos juntos en Ginebra hace ya diez años.

Desde entonces, la amistad no ha hecho más que crecer.

Y no sólo eso.

Nuestras carreras profesionales también han ido de la mano.

Los dos somos banqueros privados y los dos montamos nuestros propios negocios hace tres años.

Con una sutil diferencia.

Él tuve que superar una gran tentación.

Probablemente la más grande a la que te puedes enfrentar en tu carrera.

Una promoción profesional sin precedentes.

Una paletada de billetes esperando a ser recogidos.

Un futuro esplendoroso en el banco.

Seguridad.

Tranquilidad.

Cualquiera habría dicho que sí.

Por la ambición.

Por el miedo a arrepentirse.

O a equivocarse.

Él dijo que no.

Y lo hizo respondiendo a una simple pregunta.

¿Cuánto dinero cuesta que renuncies a tus sueños?

Para algunos, como Alberto, la respuesta es muy clara.

No hay dinero en el mundo que te aparte de tu camino.

Porque cuando renuncias a tus sueños, acabas construyendo los de los demás.

Y no, esto no es un alegato al emprendimiento.

Dios sabe que ya tenemos bastante de eso.

Emprender o no es una decisión personal.

Y no es para todo el mundo.

Ni tiene por qué serlo.

Esto va de otra cosa.

De luchar por lo que quieres.

Para no vivir por lo que quieren otros.

Para no vivir por tu jefe.

O por tu pareja.

O por la rutina que te come por dentro sin que te des cuenta.

Si crees que deberías mudarte, hazlo.

Si siempre pensaste en escribir un libro, empieza hoy.

O si simplemente sientes que no todo está bien en tu vida, admítelo.

Deja de fingir.

Cambia.

Atrévete.

El precio a pagar es no conformarte con menos de lo que mereces.

Pero es mucho más barato que no intentarlo nunca.

Ese coste sí que no te lo puedes permitir.

Te leo.

Iñaki Arcocha

[email protected]

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