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El Más Grande
Empieza a contar cuando duela
Hablar de Cassius Marcellus Clay Jr, es hacerlo de Muhammad Ali.
“The Greatest”, el boxeador que se autoproclamó como el mejor de todos los tiempos y que se cambió el nombre porque consideraba que el apellido Clay, era un nombre de esclavo que él no había elegido.
Su carrera en el ring es legendaria y sus enfrentamientos contra Frazier, Norton y el memorable "The Rumble in the Jungle" contra George Foreman en Kinshasa son parte de la historia del deporte.
Sin embargo, la figura de Alí no se puede comprender del todo sin considerar su enorme influencia en la cultura popular.
El cambio de nombre tras convertirse al Islam tan sólo fue el inicio en su camino hacia la fama mundial.
Después, su negativa al reclutamiento para Vietnam y hasta su protagonismo en un cómic de 1978, "Superman vs Muhammad Ali", muestran cómo su legado trascendió el ámbito del boxeo para convertirse en un ícono cultural.
Ya retirado, Ali se convirtió en el rostro visible de la lucha contra el Parkinson, una enfermedad que le castigó muchísimo más que ningún rival sobre el ring.
De las innumerables historias que rodean a Alí, mi favorita es la del escritor deportivo que le visitaba regularmente en el gimnasio donde entrenaba.
Un día que le vio hacer un gran número de abdominales, le preguntó cuántas hacía por sesión.
“Ni idea. Sólo comienzo a contar cuando empiezo a sentir dolor, esas son las que importan. Eso es lo que te hace ser un campeón”.
Dada la personalidad de Alí, es muy probable que utilizara al reportero para crear un titular de leyenda, pero igualmente la enseñanza sigue siendo válida.
No importa quién seas ni lo lejos que hayas llegado. El trabajo duro no se negocia.
Nunca.
Los grandes logros de la vida requieren siempre de grandes sacrificios. No hay camino fácil y, si lo hay, es mentira.
Vivimos en una época llena de dietas milagrosas, ejercicios que no te hacen sudar y píldoras mágicas que prometen convertirte en un superhéroe.
No queremos sufrir, esforzarnos o siquiera pensar. Lo queremos todo fácil, rápido y para ayer.
Es curioso que, al mismo tiempo, todos sabemos que la única receta que siempre funciona es comenzar a contar cuando empieza a doler.
Sin dolor, no hay sacrificio, y sin sacrificio, no hay éxito.
La parte positiva es que todo sacrificio, por duro que sea, es mucho más fugaz que la satisfacción por el trabajo bien hecho.
Como dijo Picasso, "la inspiración existe, pero es mejor cuando me encuentra trabajando".
Te leo.
Iñaki Arcocha