El poder de las palabras

Piensa siempre antes de hablar

El otro día, durante el descanso de una conferencia con un grupo de colegas de Banca Privada en Zurich, me encendí un cigarro. Casi de inmediato noté las miradas de la mayoría del grupo centradas en mí, como si acabara de apalear una foca en el Ártico.

Como ya me conozco la historia, no esperé a que me recriminaran mi hábito y les lancé una pregunta: ¿sabéis que el tabaquismo causa tres veces menos muertes que la diabetes?

Me vino muy bien que justo en ese momento estuvieran todos devorando unos croissants rebosantes de azúcar y mantequilla.

Ya lanzado, continué informándoles que la mayor influencia para desarrollar cáncer de pulmón no es tanto el cigarrillo en sí, sino más bien tu ADN. La lotería genética tiene mucho más peso que la nicotina del tabaco en este sentido.

Para rematarles, les expliqué que toda la campaña anti tabaco comenzó a finales de los 80 en EE.UU con un motivo económico: desincentivar el cultivo de la planta del tabaco en favor de otros cultivos más intensivos y rentables.

El gran problema de toda esta historia es que me la acabo de inventar porque llevo sin fumar más de 20 años y rara vez voy a conferencias de Banca Privada (que me perdonen mis colegas pero me parecen una enorme pérdida de tiempo en su mayoría).

En realidad, escuché una versión de esta historia en un podcast hace tiempo, y la verdad es que se me quedó grabada en la mente.

Tendemos a subestimar enormemente el poder de las palabras, tanto para bien como para mal.

De hecho, las palabras tienen mucho más poder del que solemos reconocer; a menudo, pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte, entre la felicidad y la más profunda tristeza.

Las palabras pueden escupir veneno o curar un alma rota.

¿Exagero?

Creo que no.

Piensa en estas frases qué todos hemos dicho u escuchado en algún momento de nuestra vida:

“Te quiero”

“Te odio”

“Eres el mejor padre del mundo”

“Ojalá hubiera tenido otros padres”

“No quiero volver a verte en la vida”

“No puedo dejar de pensar en ti”

“Tú puedes superarlo”

“Confío en ti”

“Si alguien puede hacerlo eres tú”

“No llegarás a nada en la vida”

“No vuelvas a dirigirme la palabra en la vida”

Dependiendo del contexto, del momento y de la persona que te diga estas cosas, puede marcar toda la diferencia para ti.

Cuatro o cinco palabras dichas en menos de 5 segundos y tu mundo cambia radicalmente para bien o para mal.

Personalmente trato de recordarlo todas las noches, cuando muerto de cansancio y de sueño, meto a mis hijos en la cama y ellos inasequibles al desaliento me piden: “Aita, un cuento por favor”.

Muchas veces pienso en decirles que estoy cansado, ocupado con el trabajo o que mañana les contaré dos. Pero es precisamente en esos momentos cuando reflexiono sobre el poder de las palabras y las emociones que quedan asociadas a ellas.

Y aunque no siempre lo consigo, cada vez más a menudo logro superar mi pereza y me esfuerzo en dejarles un mejor recuerdo de su infancia.

Tus palabras tienen con frecuencia mucho más impacto del que imaginas, por lo que siempre intenta ser la persona que piensa lo que dice y no la que habla sin pensar.

Te leo.

Iñaki Arcocha

P.D.: Si te gustan mis reflexiones sobre la vida, es más que probable que también te gusten mis vídeos sobre economía, política,inversiones….. y libros.

P.D.2: Abajo.