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El Precio del Deseo
A ti también te pasa
La Avaricia y la Envidia caminaban juntas por la calle cuando, de repente, se encontraron una lámpara mágica.
Al frotarla, un Genio apareció ante sus ojos y les prometió un deseo a cada una de ellos.
Sólo que con un pequeño truco:
Aquello que pidiera una, la otra recibiría el doble.
La Avaricia, que ya estaba salivando de la emoción, se quedó petrificada.
No soporto que ella obtenga más que yo.
La Envidia sufría el mismo debate interno.
¿Para qué pedir nada si la otra recibe el doble?
Era una situación imposible.
El mejor momento de sus vidas convertido en una pesadilla.
Pasadas las horas, el Genio comenzó a impacientarse.
O decidían pronto, o perderían su oportunidad para siempre.
Finalmente, la Envidia encontró la solución perfecta:
Quítame un ojo.
Y así, la Envidia se quedó tuerta con tal de dejar ciega a la Avaricia.
A ti esto no te pasa, ¿verdad?
No, claro que no.
Nunca has sentido esa punzada en el estómago cuando tu compañero consigue el deseado ascenso.
Jamás se te ha torcido el gesto cuando un amigo consigue lo que llevas meses persiguiendo.
Déjame adivinar…..tú, en el fondo, te alegras por él.
Y siempre compartiste el bocadillo en el recreo y nunca te comiste la última patata que quedaba en el plato.
Ya.
Lo tuyo es envidia sana.
Me conozco esa historia.
Yo también me la he contado muchas veces para dormir mejor.
Y para creerme mejor persona de la que soy.
La triste realidad es que la envidia no tiene apellidos.
Ni es un pensamiento tan fugaz como te gustaría pensar.
Es mucho mejor asumir que somos seres humanos y que, de vez en cuando, ambicionamos lo que tienen los demás.
Nos gustaría tenerlo nosotros y sólo nosotros.
Lo importante es ser consciente de ello y tratar de que vaya a menos.
Descubrir que la vida no es una carrera ni una competición.
No tienes que ganarle a nadie.
Ni siquiera a ti mismo.
Tan sólo tienes que disfrutarla.
Recuerda que pasa rápido y no hay secuela.
Las medallas no se dan en la meta, sino que se ganan por el camino.
¡Ah!
Pero sólo las conseguirás si dejas de mirar el podio de los demás y te alegras infinito por ellos.
La Envidia es el único pecado capital que no disfruta quien lo comete.
¿Vas a desperdiciar lo más valioso que tienes por algo que ni siquiera te va a dar placer?
No compensa.
Nunca lo hará.
Simplemente es la forma más tonta del mundo de pasar la vida.
¿No crees?
Te leo.
Iñaki Arcocha
Gracias a Fernando Miralles por recordarme esta fábula y la importancia que tienen los Pecados Capitales.
A veces, necesitamos que alguien nos sostenga el espejo.
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