Fui un Imbécil

¿Alguna vez te has sentido imbécil?

Seguro que sí.

Pero me refiero a esas ocasiones en las que te das cuenta después de mucho tiempo.

Después de haber hecho varios sacrificios.

De haber discutido con mucha gente que te decía que por ahí no era.

De haber soñado con una vida mejor y darla por hecha.

Hasta que, de repente, te das cuenta de que todo era mentira.

Y lo que es peor:

tú lo sabías desde el principio.

Todos los indicios estaban ahí, a simple vista.

No estaban ocultos, ni formaban parte de ningún plan elaborado para engañarte.

No.

Cuando todos te decían que te olvidaras de esa locura, lo hacían porque era obvio.

Y tú no quisiste verlo.

Nadie te engañó.

Tú quisiste creer lo que quisiste creer.

Y te metiste solo en un agujero difícil de salir.

A mí me pasó.

Literalmente.

Un negocio absurdo que terminó con mis huesos dentro de una mina abandonada en Chile.

Historia para otro día.

Pero no fue en vano.

Aprendí muchísimo de aquella experiencia.

Sobre todo de mí mismo.

De mi soberbia.

De mi arrogancia.

Y los peligros de la ambición desmedida.

No te diré que me alegro de que me sucediera.

Lo recuerdo ahora, mientras escribo,

y me vuelvo a sentir imbécil, aunque haya pasado más de diez años.

Pero siempre está bien conocer tus debilidades.

Todos tenemos una.

Son las que te anclan al suelo.

Yo, cuando creo que voy a volar muy cerca del sol,

y que el cielo no tiene límites para mí,

procuro recordar aquella cuerda que se adentraba en la tierra.

Rodeado de roca,

sin luz,

sin seguridad,

y preguntándome una y otra vez:

¿Pero cómo he podido ser tan imbécil?

Entonces, de manera instantánea, vuelvo a la tierra.

Sonrío.

Niego con la cabeza.

Y sigo trabajando.

Te leo.

Iñaki Arcocha

[email protected]

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