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Hazlo Difícil
Nadie Más lo Hará
Stephen King no sólo es uno de los mejores novelistas de misterio y terror de la actualidad, sino también de todos los tiempos.
Al cine y a la televisión se han adaptado joyas suyas como Misery, La Milla Verde, Carrie o El Resplandor.
Casi nada.
El autor es tan prolífico que durante muchos años escribió gran parte de sus obras con seudónimo.
Algunas de sus obras más conocidas las publicó originalmente como Richard Bachman.
La razón era doble.
Por un lado, el propio Stephen quería saber si sus novelas tendrían éxito independientemente de su nombre.
Y, por el otro, los editores estaban aterrorizados por su increíble capacidad de trabajo y creatividad.
Nadie puede escribir tantas buenas novelas en tan poco tiempo.
Nadie excepto Stephen King, por supuesto.
De todos modos, la carrera novelística del autor estuvo a punto de irse al traste por una razón mucho más prosaica.
La compra de una gran mansión.
Durante muchos años, King vivió en una casa modesta, donde escribía sin parar en un cuarto diminuto.
En realidad no era ni eso.
Trabajaba en una mesa destartalada en una esquina de la lavandería de su edificio.
Toda su infancia y gran parte de su vida adulta estuvieron marcadas por la necesidad y la urgencia.
Sólo cuando empezó a ser un autor best seller pudo permitirse ciertos lujos.
Cansado de vivir en un espacio minúsculo, decidió comprar una gran mansión, con un enorme, espacioso y comodísimo despacho.
¿Cuál fue la consecuencia?
Descubrió que hay que tener cuidado con lo que se desea, no sea que vayas a conseguirlo.
No podía escribir.
Ni una sóla palabra.
Imposible.
Tanta comodidad… le incomodaba.
Acostumbrado a la urgencia, a la presión de sus comienzos, que lo impulsaban a escribir como un loco, no podía acostumbrarse a tenerlo todo.
Al poco tiempo tuvo que volver a sus raíces.
No es que se mudara a un cuchitril, pero sí que redujo las dimensiones del espacio en el que trabajaba.
Eliminó todo lo superficial para que, una vez libre de distracciones, pudiera concentrarse en lo esencial.
En escribir.
¿Tienes que llegar a esos extremos?
No.
Cada uno es fruto de sus circunstancias y lo que le funcionó a Stephen King no te tiene por qué funcionar a ti.
Además, todos los genios están medio locos, así que no hay que seguirlos al pie de la letra.
Sin embargo, sí podemos plantearnos otra cosa.
¿Cuál es el mejor camino?
¿Por dónde tirar cuando tenemos varias opciones?
La respuesta es fácil y ya la conoces.
Siempre, siempre, siempre, por el camino de mayor incomodidad.
Cuando llevaba equipos y los más jóvenes me preguntaban cuál era la mejor manera de contactar a los clientes, siempre les decía lo mismo.
¿Qué te cuesta más? ¿Mandar un email o llamar por teléfono?
Llamar.
¿Llamar o pedir una cita presencial?
Cita presencial.
¿Pedir una cita presencial o presentarte en su despacho sin avisar y esperar a que te reciban?
Presentarme y esperar a que me reciban.
Entonces, ya te has contestado.
Lo más incómodo es lo más efectivo.
Sin excepción.
Primero, porque la mejor manera de contactar con alguien es la más directa, y eso genera incomodidad.
Y segundo, porque como nadie lo hace, no tienes competencia.
A todos les resulta igualmente incómodo por las mismas razones.
Por eso, aquellos que sí son capaces de hacerlo, se quedan con todo el mercado.
Y lo mismo aplica a cualquier otro aspecto de nuestra vida.
La dieta que te va a funcionar es la que nunca has probado porque sabes lo que te va a costar.
El ejercicio que más te conviene es el que más pereza te da hacer.
Las tareas del trabajo o de la casa que siempre dejas para el final, son las que, en el fondo, sabes que deberías hacer primero.
Algo de lo que te das cuenta después de hacerlas.
¿Verdad?
Superar la incomodidad es la receta del éxito.
De hecho, es una consecuencia inevitable.
Cuando el 99% de la gente opta por hacer sólo lo fácil, el otro 1% es imposible que no triunfe.
No es magia.
Ni suerte.
Tampoco es estar en el lugar adecuado en el momento oportuno.
Eso son palabras bonitas, pero vacías de significado.
Es hacer lo que tienes que hacer cuando toque.
Deja la motivación para otro.
Elige la incomodidad.
Elige ser responsable.
Todo lo demás será cuesta abajo.
Te leo.
Iñaki Arcocha
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