La Ambulancia

Abróchate el Cinturón

Llevo literalmente años esperando una excusa para contar esta historia

Y hoy es el día.

Ocurrió todo en una sola noche.

Un amigo mío, más oso que hombre - 1,85 y 130 kg de puro músculo- le hizo un suplex en mitad de la calle a otro colega de casi dos metros.

Clavícula rota.

Llamada a urgencias.

Nos subimos los tres a la ambulancia :

  • El lesionado.

  • El gorila humano.

  • Un servidor.

Dos delante con el conductor, uno detrás en la camilla.

Risas etílicas, compadreo con el enfermero y resaca incipiente.

Llegamos al hospital de Cruces y, entonces, el conductor comete un error fatal:

Se baja para ayudar a sacar la camilla….

…dejándonos solos en la cabina de mando.

En ese momento tuve una epifanía.

Una certeza absoluta de que la noche aún no había terminado.

Mi embrutecido amigo no estaba del todo satisfecho con los acontecimientos de las últimas horas.

Recapitulemos:

  • Robo de capazo lleno de hojas secas a un limpiador municipal.

  • 15 cubatas de trago, sin cambiar los hielos del vaso.

  • Fractura clavicular por tres partes a un colega de toda la vida.

Necesitaba más.

Mucho más.

Así que decidió subir la apuesta.

Pasó al asiento del conductor.

Y en lugar de bajarse por su puerta, la cerró y me miró a los ojos.

Ví en su mirada una determinación como pocas veces en mi vida.

Y supe que sólo había una cosa que podía hacer.

Atarme el cinturón y aceptar que íbamos a robar una ambulancia.

Bueno, él la robaba y me secuestraba a mí en el mismo acto.

Detalles sin importancia.

Sin decirnos ni una sola palabra, metió primera y arrancó.

Gracias a Dios, la suerte suele estar del lado de los borrachos.

La ambulancia se caló a los 10 metros.

Aún recuerdo la cara de desesperación del conductor reflejada en el espejo retrovisor.

No podía creer lo que estaba pasando.

Si le llegan a pinchar en ese momento, dudo mucho que hubiera sangrado.

Nos alcanzó y contempló, sin palabras, cómo bajábamos tranquilamente para entrar al hospital a preguntar por el chico sin clavícula.

Así es la vida.

Muchas veces trazamos planes maestros, lo tenemos todo controlado y, de repente, sucede lo inesperado.

Otras, tomamos decisiones absurdas, nos equivocamos y todo termina arreglándose por puro azar.

Cuando sucede lo imposible, no queda otra que atarse el cinturón y aceptar lo que viene.

Sin quejas.

Sin lloros.

Sin lamentaciones.

Con buena cara y mejor actitud.

No hay más.

La vida nos sorprende de las maneras más diversas.

Crees tenerlo todo bajo control y piensas que tus decisiones lo determinan todo.

Cuando en realidad, el azar, el caos y la suerte acechan en cada esquina.

Así que no te preocupes tanto por evitar lo que no puedes controlar.

Porque en cualquier momento puedes terminar secuestrado por un oso gigante sin carné de conducir.

Mucho mejor disfrutar de las sorpresas que te da la vida.

¿No te parece?

Te leo.

Iñaki Arcocha

P.D: Si te gustan estas newsletters, compártelas con tus amigos en el siguiente enlace: https://arcochacapital.beehiiv.com/subscribe

P.D 2: Y si no te gustan, compártelas con tus enemigos para que se fastidien: https://arcochacapital.beehiiv.com/subscribe