La Fiesta Deportiva

Tu Conciencia nunca miente

La semana pasada fue la fiesta deportiva en el colegio de mis hijos.

Un día entero en el que van a un pabellón público para realizar algunos juegos disfrazados de deporte, culminando con una entrega de medallas final.

¡Oh, sorpresa!

Todos los niños sin excepción se llevaron su medalla. Pero ese es un tema para otro día.

Cuando recibí el email con la convocatoria, me acordé de la fiesta de fin de curso de mi colegio, en la que también hacíamos pruebas deportivas para terminar en un gigantesco desfile final.

Mi padre nunca iba a esa fiesta.

Eran otros tiempos en los que los temas del colegio solía recaer en las madres y los padres se ocupaban básicamente de trabajar.

Siendo justos, sí que fue una vez y juró no volver.

Suficientes himnos marciales había escuchado en su vida para aguantar también el del colegio.

En su momento no lo entendí demasiado bien y nunca tuve ocasión de preguntárselo.

Hoy, lo entiendo un poquito mejor porque yo mismo dudé entre ir o no a la fiesta.

La semana estaba siendo un infierno de trabajo y tampoco era un evento al que iban todos los padres. No era una celebración familiar como en el caso de mi colegio, sino algo más para los niños y los padres que pudieran pasarse un ratito.

No creas que estas eran las únicas excusas en mi arsenal, también tenía otras más elaboradas:

“Ya he jugado mucho con ellos en el parque esta semana y ese es el tiempo que les puedo dedicar con todo el trabajo que tengo”.

Mentira.

Tan sólo era algo que me decía a mí mismo porque sabía que debía ir y no me apetecía.

O, más bien, porque sabía que me haría bien ir.

El caso es que al final me dejé de tonterías y me fui para verles recoger sus medallas.

El mejor momento de toda la semana.

De largo, de muyyyyyyy largo.

Escuchar a mis hijos gritar: “¡Has venido aita!” con una cara de asombro y felicidad a la vez , me llegó al alma como pocas cosas en este mundo.

Que luego me quiseran presentar a todos sus amigos como si fuera la última Coca-Cola del desierto, ya fue directamente indescriptible.

Es lo más parecido a ser una estrella de Rock al que le siguen sus groupies.

Si no me hubieran hablado todos a la vez y en francés, del que no hablo ni una palabra, hubiera sido un poquito mejor, pero no hay nada perfecto en esta vida.

Y lo que vale para una fiesta de tus hijos, vale para cualquier otra cosa.

Hay momentos en tu vida en los que sabes lo que debes hacer porque te va a hacer bien. Será difícil, no te vendrá bien en ese momento (nunca viene bien), pero sabes que hacerlo es lo correcto.

Lo correcto.

Como decía Al Pacino al final de la espectacular “Esencia de Mujer”:

“A lo largo de mi vida he tenido que escoger muchas veces entre dos caminos y siempre, sin excepción, supe cuál era el camino correcto. Y siempre, sin excepción, escogí el otro camino, porque el correcto era demasiado duro”.

Haz caso a tu voz interior, esa que todos tenemos y que siempre nos habla en los momentos cruciales.

Siempre te va a decir la verdad.

Te leo.

Iñaki Arcocha