La luz que atrae a las luciérnagas

Preocúpate de ti por mí

Hay que quererse más a uno mismo.

Que sí, que estoy de acuerdo en que es importante pensar en los demás, y es muy común preocuparse por otros con la esperanza de que ellos también cuiden de ti.

Y está bien en algunos contextos, claro que sí.

Los padres lo hacemos continuamente.

Nos preocupamos sin parar por nuestros hijos y nos desvivimos por ellos, muchas veces a costa de nuestra propia vida.

Sin embargo, es mucho, pero mucho mejor cuidarse a uno mismo para ser mejor para los demás y esperar lo mismo de quienes nos rodean.

Piénsalo un segundo.

¿Cómo de valiosa es tu amistad si consigues ser 10 veces más sabio, 10 veces más fuerte y 10 veces más auténtico?

¿Cuánto mejoran tus relaciones y cuánto logras aportar a los demás si eres una mejor persona?

Odio la expresión “ser la mejor versión de uno mismo” porque me suena a cliché prefabricado que se usa para no decir nada en realidad.

Pero es cierto que estar bien con uno mismo, tener ambiciones, objetivos y sueños, te hace una persona mucho más interesante.

¿Quién no quiere estar rodeada de gente dinámica, ilusionada, optimista?

De personas que tienen claro lo que quieren en la vida y no les da miedo ir a por ello con determinación.

Lo mejor que puedes hacer por los que más quieres no es siempre ponerles en primer lugar, sino esforzarte por ser alguien a quien ellos quieran tener siempre cerca.

Conozco a personas maravillosas que tienen el don de ser como la luz que atrae a las luciérnagas.

Seguro que tú también tienes amigos que, sin pretenderlo, se convierten en el centro de todas las fiestas, escriben los mensajes que todos esperan leer y se hacen notar en cuanto entran en una habitación.

Durante mucho tiempo me daba rabia no ser una de esas personas que, de manera natural, atraen la atención de todo el mundo.

Me parecía injusto.

Hasta que me di cuenta de que no puedes estar bien con los demás si primero no estás a gusto contigo mismo.

Cuando estás tú solo y nadie te mira.

En ese momento comprendí que primero tenía que hacer las paces con mi pasado y empezar a pensar en el futuro con ilusión, para poder actuar de la mejor manera posible en el presente.

Y lo más importante es que entendí que eso no era responsabilidad de nadie más que mía.

La vida es demasiado corta para esperar a que todo esté bien antes de empezar a ser feliz.

¿No crees?

Te leo.

Iñaki Arcocha