Lo Que No Escuchas

La Fosa de las Marianas me ha fascinado desde pequeño.

Todavía recuerdo la primera vez que leí sobre ella en un Atlas que me regaló mi padre.

Entre aquellas páginas a todo color encontré un lugar tan profundo que cabría todo el Everest boca abajo.

Y aún así, sobrarían 2.000 metros.

Nunca he podido olvidarlo.

El niño que creció leyendo cómics de superhéroes sólo podía imaginar a Aquaman bajando a esa terrible profundidad y soportando niveles de presión inimaginables.

11.000 metros de profundidad.

El lugar más profundo del planeta, donde la oscuridad y el silencio son absolutos.

Ningún ruido.

Ningún movimiento.

Ninguna vida.

Paz absoluta. 

Debido a las enormes dificultades técnicas que implica la tarea, apenas se ha podido investigar la profundidad de la fosa.

La última y más famosa expedición fue la del director James Cameron en 2012.

Cameron siempre ha tenido una relación muy estrecha con el mar y sus profundidades.

Titanic, Avatar, Abyss…..

Por lo que no me extraña que se haya obsesionado tanto con ese lugar único en el fondo del océano.

Utilizando un submarino especial en el que sólo cabía un tripulante, fue la primera persona en bajar a lo más profundo en solitario.

Durante horas en aislamiento absoluto, encontró un momento de revelación.

En ese silencio, sentí una calma extraordinaria.

Calma extraordinaria.

¿Cuándo gozamos de algo similar en nuestro día a día?

A. Muy pocas veces.

B. Nunca.

C. Estoy demasiado ocupado para pensarlo.

Sobre todo desde hace una década con la proliferación de los teléfonos inteligentes y las redes sociales.

En este mundo lleno de notificaciones, conversaciones ajenas ineludibles y ruido constante, el silencio es un lujo que hemos olvidado.

Antes, podías esperar a un amigo en un bar sin tener que prestar atención a nada más que a tus pensamientos.

También podías hacer un viaje en coche o en tren en el que estar por unas horas desconectado del mundo.

Hoy, nos hemos privado de ese descanso incluso en los aviones.

Una de las cosas que más valoro de vivir en Suiza es el respeto al espacio vital de los demás.

Lo que incluye sus pensamientos.

En la mayoría de los espacios públicos como el tram, los restaurantes o los supermercados, reina una tranquilidad alucinante.

Cuando vuelvo a España, siempre me cuesta un par de días acostumbrarme al “ruido” ambiental, que está presente en todas partes.

Que no, que no me he vuelto loco.

Al menos no por eso.

Claro que me encanta pasar tiempo con mi familia, mis hijos y mi mujer.

Pero nos hemos acostumbrado demasiado a no tener ningún momento con nosotros mismos.

A solas.

¿Por qué es así?

¿Nos da miedo escucharnos?

¿No tenemos nada que decirnos?

¿No sabemos lo que encontremos?

Puede ser.

Y es una pena.

Porque sólo dándonos tiempo a nosotros mismos, podemos escucharnos sin interrupciones.

Nunca he encontrado mayor inspiración para mi negocio, ni mejores soluciones para mis problemas del día a día que dándome un paseo sin distracciones.

Sin auriculares, sin teléfono y sin notificaciones en el reloj.

Es mágico.

Te das una vuelta y de repente, ¡pop! te surge una idea nueva.

Unos pasos más y ¡voilà!, otra…y luego otra y otra más.

Nunca falla.

Y si no es mi día, al menos, lo que seguro que encuentro es paz.

Unos minutos de respiro antes de seguir con el infinito del día a día.

Más fácil, imposible.

Hazme caso, no tienes ni que salir de casa.

Antes de enfrentes a un momento de estrés, a una situación complicada o a una decisión importante.

Tómate un momento de descanso.

Déjalo todo unos minutos, respira profundamente y cuando la calma haya regresado, vuelve.

Lo que no escuchas en el ruido constante es precisamente lo que más necesitas oír.

Crea tu momento diario para ti.

Te sorprenderá lo que vas a descubrir.

Créeme.

Ya me lo agradecerás otro día.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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