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Visa Denegada
Y eso no fue lo peor
Ayyyyyyy, el aeropuerto de México.
Qué maravilla.
No he conocido aeropuerto más deprimente en mi vida.
Mis amigos mexicanos me lo perdonarán, porque son ellos los que más lo sufren.
Aún recuerdo la vez que me retuvieron hora y media en el control de seguridad.
¿Mi pecado?
Haber comprado una pistola de juguete a mis hijos.
Llamaron a la marina para analizar una pistolita de colores que echaba agua y que había comprado en el DF.
También estuvo bien la vez que me revisaron, uno por uno, los libros y cómics que llevaba para leer durante mi estancia.
Lo mejor fueron las preguntas de la agente de seguridad mientras miraba si había droga entre las hojas:
¿Son ediciones de coleccionista?
No.
¿Tienen algún valor especial?
No, son cómics normales y corrientes.
¿Los lee usted o son para sus hijos?
Son para mí. Me encantan. Los colecciono.
….
No hubo más preguntas y me dejaron marchar.
Pero la joya de la corona, la reina del baile, fue la vez que me negaron la visa para entrar en Estados Unidos.
La mítica ESTA que los europeos usamos tanto para entrar en yankilandia.
Qué fantasía de día.
Me enteré en el propio counter de Aeroméxico.
Usted no puede entregar en EE.UU.
¿Cómo?
Tiene la vida denegada.
Pero si aún no ha vencido la vigencia de la ESTA.
Lo siento caballero, pero el sistema me dice que no puede pasar.
Cuento largo corto: efectivamente y sin previo aviso, EE.UU había decidido anularme la visa previamente concedido.
Sin dar explicaciones.
Sin avisar.
Cambiar el vuelo y perder la reserva del hotel en Miami fue lo de menos.
Lo peor fue la incertidumbre de los meses posteriores.
¿Por qué me la han anulado?
¿Habré hecho algo malo sin saberlo?
¿Y si no puedo volver a entrar ni de vacaciones?
¿Qué hago con mis clientes allí?
¿Con mis negocios?
Y un larguíiiiiiiiiiisimo y torturante etcétera.
La solución fue sacar una visa B2 a través de la embajada estadounidense en Berna.
¿El proceso?
Un coñazo.
Fácil porque lo tienen muy mascadito pero un rollo.
Y lo peor es que nunca sabes si te la van a dar hasta el mismo día de la cita.
Diez minutos.
Ese fue el tiempo que tardé en entrar y salir con una visa por diez años.
La cual he usado en varias ocasiones desde entonces.
Muchísimo mejor que estar renovando una ESTA cada dos por tres.
Nos pasamos el día agobiados por lo que aún no ha sucedido.
Nos torturamos con futuros apocalípticos que serían la envidia de Hollywood.
Nuestras mentes ganan varios Oscar al mejor guión cada año.
A veces, cada mes.
Deja de llorar por adelantado.
Deja de sufrir por lo que aún no ha pasado.
Y, por favor, deja de quejarte por lo que ya no tiene solución.
Actúa.
Decide.
Soluciona.
Piensa en lo que puedes hacer los próximos 15 minutos.
Y luego los siguientes.
Así hasta que termines lo que tengas que terminar.
Y a otra cosa.
Todo lo demás es quedarte sentado en un aeropuerto de México,
maldiciendo tu mala suerte,
y sin darte cuenta que, en unos meses, no habrá tenido ninguna importancia.
No pierdas el tiempo.
No merece la pena.
Te lo aseguro.
Te leo.
Iñaki Arcocha
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