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Menos Dramas
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Qué gran serie fue Los Problemas Crecen, de los 80.
No hay nadie de mi generación que no la viera en su adolescencia.
La familia Seaver.
El padre psiquiatra, la madre periodista y los tres hijos.
Fue la serie que albergó una de las primeras apariciones de….
….¡¡¡Leonardo DiCaprio!!!!
Grandísimos recuerdos de una comedia ligera que, de vez en cuando,
también abordaba problemas serios de los adolescentes.
Lo que nos hacía reflexionar a todos.
Quisiéramos reconocerlo o no.
Lo compartiéramos o no.
Kirk Cameron, en su papel de Mike Seaver era el rey del drama adolescente.
Y aunque luego cayera en el olvido eterno, en aquél papel lo bordó.
No enseñó a reírnos de nosotros mismos.
A compartir nuestras preocupaciones.
Y lo que es más importante: a saber cuándo no hacerlo.
Cuándo dejar de quejarse y empezar a actuar.
Todos tenemos problemas, y es bueno sacarlos fuera cuando amenazan con desbordarnos.
¿Desahogarte con un amigo?
Claro.
¿Buscar otros puntos de vista?
Por supuesto.
¿Consultar con un profesional en caso de necesidad?
Yes, sir.
¿Regodearte en tu miseria, dando vueltas al mismo tema una y otra vez?
No.
Nunca.
La mejor manera de que tus problemas se hagan más grandes es hablar de ellos todo el tiempo.
Es la forma de alimentarlos y dejar que aniden en tu cabeza.
En tu corazón.
En tu ánimo.
En una espiral que no tiene fin.
Todos lo hemos hecho alguna vez.
O varias.
Coger el teléfono y empezar la rueda de la fortuna de llamadas y WhatsApps.
Contando la misma triste historia una y otra y otra vez.
Retroalimentándonos en nuestra tristeza.
Dando de comer al monstruo interior para que se fortalezca.
Creando una cámara de eco en al que repetimos sin parar lo mal que nos va.
Nuestra mala suerte.
El amor no correspondido.
El jefe que nos tiene manía.
El espejo que no nos devuelve la imagen que creemos merecer.
Y todos los que te quieren, te dirán “pobrecito” entre lamentos.
Y todos los que no te quieren, te dirán “pobrecito” sonriendo.
Pobre niño rico al que nadie entiende.
Cuánto sufre por el cruel destino.
Espabila.
Deja de llorar.
Cuelga el teléfono y sal de casa.
Haz deporte.
Para sanar tu cuerpo, y aún más tu cabeza.
O da un paseo.
Ve al cine.
Cualquier cosa que te saque de ti mismo.
Que te distraiga.
Y te haga reaccionar.
Tienes gente que te quiere.
Tienes gente que se preocupa por ti.
Tienes todo lo que hay que tener para darle la vuelta a la situación.
Lo único que te falta es hacerlo.
Descárgate con tu mejor amigo, tu hermano o tu madre.
Una vez.
Y luego, a trabajar.
Al final, tendrás que hacerlo igual.
Ya sólo depende de ti a cuántas personas quieres preocupar.
Durante cuánto tiempo.
Y qué imagen quieres tener de ti mismo.
¿Dejas crecer los problemas?
¿O les vas a poner solución?
Apaga el drama.
Enciende la acción.
Y ponte a escribir tu siguiente episodio.
Te leo.
Iñaki Arcocha
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