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Libérate
No te Moldees
Miguel Ángel Buonarroti fue el mejor escultor renacentista.
Y, ya puestos, de toda la Historia.
Como pintor tampoco era manco.
Cualquiera puede comprobarlo con sólo levantar la vista en la Capilla Sixtina.
Una auténtica experiencia religiosa en todos los sentidos.
Por si fuera poco, también dejó su huella en la arquitectura con la imponente cúpula de la Basílica de San Pedro.
Tres en uno.
Desde muy joven trabajó al servicio de los Papas y la élite de su época, dejando un legado inmortal.
A los 26 años esculpió su obra maestra: el David.
Una bloque de mármol blanco de más de cinco metros y cinco mil quinientos kilos de peso.
Merece la pena ir a Florencia sólo para perder el aliento contemplándolo.
¿Te imaginas el tamaño del mármol original?
¿Lo que tuvo que ser enfrentarse a él con las herramientas de la época?
El resto de los artistas lo habían descartado.
Demasiado grande.
Demasiado tosco.
Demasiado imposible.
No para Miguel Ángel.
“Vi el ángel en el mármol y lo esculpí hasta liberarlo”.
Cuanta humildad recogida en una única frase.
Miguel Ángel decía que él no veía bloques de mármol, sino figuras atrapadas en su interior.
No creía que añadiera nada.
Sólo quitaba lo que sobraba.
De ahí nace el Efecto Miguel Ángel.
Porque todos llevamos dentro de una versión más grande de nosotros mismos.
El problema es que, muchas veces, somos los últimos en verlo.
No podemos imaginar lo que hay dentro.
Ni muchos menos creer que realmente esté ahí.
La magia de la vida está en encontrar a las personas que sí lo ven.
Los que tienen la paciencia de ayudarte a eliminar lo que sobra.
No se trata de que te moldeen a su gusto.
No.
Todo lo contrario.
Se trata de que potencien lo que ya hay en ti.
¿Existe una mejor definición de buen amigo, buena pareja o buen padre?
Lo dudo mucho.
El mundo está lleno de martillos y de pintores de brocha gorda.
Pero muy pocos tienen la paciencia para creer en ti más que tú mismo.
Si encuentras a alguien así, estás de enhorabuena.
No la sueltes.
Jamás.
Abrázala como hago yo todas las noches y dale las gracias todas las mañanas.
Y cuando lo hagas, entenderás el sentido de la vida.
¿Tienes ya a alguien así?
Felicidades.
Ahora sólo te queda un paso más.
Hacer lo mismo por otra persona.
Siempre hay alguien atrapado en su propio mármol.
A veces, una sola palabra, un “yo creo en ti” es más que suficiente.
¿Por qué no hoy?
Te leo.
Iñaki Arcocha
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