Mucho Más que un Juego

Hoy te toca a ti

Donald Winnicott, pediatra y psiquiatra infantil británico, descubrió algo fascinante sobre el juego del escondite.

Ese al que todos hemos jugado alguna vez de pequeños.

Bueno, y también de mayores, en alguna que otra despedida de soltero y con unas copas de más.

¿He dicho eso en alto?

El caso es que Winnicott observó que los niños disfrutan muchísimo del acto de esconderse.

Para ellos no es sólo un juego: es una declaración de independencia.

Cuando un niño se esconde, está dando un paso mucho más grande de lo que parece.

No sólo se separa voluntariamente de los demás, sino que reafirma su autonomía al mismo tiempo.

Está aprendiendo a estar solo, una de las lecciones más difíciles para un niño pequeño.

Desde que nacemos, vivimos rodeados: padres, hermanos, profesores y otros cuidadores.

Por eso nos cuesta tanto dormir con la luz apagada, ir al baño sin compañía o simplemente no ver a tus padres cerca.

Así que aceptar un juego que te obliga a huir de todos, aunque sea por diversión, es un acto de valentía mucho mayor de lo que parece.

Pero el mayor descubrimiento de Winnicott no fue ese.

Fue otra cosa.

Lo que sucede después.

Los niños disfrutan escondiéndose, sí.

Pero disfrutan muchísimo más cuando los encuentran.

Cuando eso ocurre, se sienten reconocidos.

Conectados.

De hecho, si pasa demasiado tiempo sin que alguien los encuentre, sienten inquietud.

Tristeza.

Rechazo.

No hay nada peor que sentirse invisible.

Tú, yo y el vecino de enfrente lo sabemos bien.

Nos pasamos la vida escondidos detrás de roles autoimpuestos.

Detrás de silencios por miedo a que alguien vea cómo somos realmente.

Detrás de máscaras cosidas con nuestros miedos.

Pero a veces, muy de vez en cuando, alguien consigue ver detrás de todo ese humo y espejos.

Y entonces, volvemos a ser ese niño que cuenta los segundos debajo de la cama, esperando que alguien se agache y lo vea.

O mejor aún.

Nos convertimos en quienes buscan.

En quienes no esperan, sino que salen al encuentro del otro.

No siempre te lo van a poner fácil.

A veces tienes que ser tú quien haga el esfuerzo.

Y es entonces cuando descubres el verdadero placer de sentirte querido.

Escoge bien tus escondites.

Hazlos lo suficientemente difíciles para que no te encuentren quienes no deben.

Pero accesibles para los que de verdad importan.

Recuerda que a este juego se juega de las dos maneras.

A veces te escondes.

Otras, buscas.

¿Hace cuánto que no encuentras a nadie que mereciera la pena?

Puede que hayas tenido mala suerte.

O puede que no estés prestando suficiente atención.

Al fin y al cabo, todos, en algún momento de nuestra vida, estamos deseando ser encontrados.

Que me lo digan a mí.

Que me pasé años escondido junto al amor de mi vida sin darme cuenta.

Menos mal que ella juega a este juego muchísimo mejor que yo.

Y cuando me encontró…

…yo la encontré a ella.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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