Nadie lamenta haber trabajado menos

Pero sí de muchas otras cosas

La enfermera australiana Bronnie Ware alcanzó fama mundial con su bestseller "Los 5 grandes arrepentimientos antes de morir", una obra que recopila las reflexiones compartidas por pacientes terminales en sus últimos días.

Los testimonios de estos pacientes revelan profundas lamentaciones, como no haber pasado suficiente tiempo con sus familias, no haberse permitido ser más felices, o el arrepentimiento más común de todos: no haber tenido el coraje de vivir la vida que realmente deseaban.

En esos últimos momentos de su vida, ninguno lamentó haber dedicado poco tiempo al trabajo. Nadie expresó arrepentimiento por no haber restado más horas a su familia y amigos para pasarlas en la oficina.

La experiencia documentada por Bronnie Ware no es un caso aislado; existen numerosos estudios similares, como el realizado por un grupo de estudiantes estadounidenses que visitaron a ancianos en distintos hospitales, obteniendo resultados equivalentes.

Ninguno de ellos lamentaba no haber trabajado más o ganado más dinero. Lo que realmente les preocupaba era no haber dedicado más tiempo a sus hijos, a sus amigos y, en general, no haber disfrutado más de la vida.

Incluso a un nivel más profundo, su mayor arrepentimiento era no haber perdonado a las personas que les causaron daño, no haber expresado lo que verdaderamente deseaban en su momento y no haber vivido con una mochila más ligera a sus espaldas.

Es algo sumamente humano valorar lo verdaderamente importante en nuestras vidas cuando ya es tarde. Con el paso del tiempo, todo adquiere su justo lugar, pero lamentablemente, en la mayoría de las ocasiones, ya es demasiado tarde para cambiarlo.

Todos tenemos ese amigo con quien dejamos de hablar hace mucho tiempo, y hoy ni siquiera recordamos por qué surgió la disputa. O aquella frase que estuvo a punto de salir de nuestra boca en un momento crucial, pero nos contuvimos por miedo a las consecuencias.

Ambas circunstancias parecían ser cruciales en nuestra vida en ese momento, pero con el paso del tiempo nos damos cuenta de que no eran para tanto.

La moraleja de esta historia es que nunca es tarde para ser un poco más valientes, permitirnos ser un poco más felices y caminar más ligeros por la vida.

Esto nos hará mucho más libres y felices, algo que no lograremos dedicando una hora más en la oficina o pasando otro fin de semana trabajando.

Ahora solo me queda aplicar estos consejos a mí mismo, ya que llevo dos días tirado en la cama debido a una contractura por estrés.

En casa del herrero, cuchillo de palo.

Te leo.

Iñaki Arcocha