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No Cambies de Café
Sino de Mentalidad
Me encanta el café.
De siempre, además.
Como en mi casa éramos cuatro hermanos y reinaba el descontrol, creo que empecé a tomarlo desde muy pequeño.
Con siete u ocho años, quizás.
Esa puede ser la razón de que la cafeína nunca me haya hecho efecto.
¿Quitarme el sueño?
Me he dormido literalmente de pie en discotecas o apoyado en bafles a todo volumen.
Me pones una serie y no llego a que termine la intro.
En la universidad bebía litros, pero no para mantenerme despierto, sino para sentirme acompañado mientras estudiaba.
Me gusta tanto que hasta me gusta el malo.
De hecho, soy adicto al café de Starbucks porque es ultra conveniente.
Está en todas partes y en todos los aeropuertos, lo que para un hombre que vive con la maleta siempre a medio (des)hacer, es una gran ventaja.
Y me gusta más desde que conozco su historia.
Howard Schultz no fundó la compañía, ni mucho menos.
Entró a trabajar para ella en 1982, cuando Starbucks se dedicaba a vender granos de café.
Nada de lattes, ni espressos, ni ninguno de sus imposibles nombres para los tamaños.
¿Cómo es posible que el “Tall” sea el más pequeño?
Después de viajar a Italia, Schultz quedó fascinado con la cultura de las cafeterías italianas.
Eran lugares de reunión, de charla y de disfrute compartido alrededor del café.
A su regreso a EE.UU., tenía muy claro que ese debía ser el futuro de la compañía.
Los dueños de Starbucks rechazaron por completo su idea.
Niet.
Schultz podría haberse rendido y aceptado que esa batalla no la iba a ganar.
Sin embargo, cambio el “es que” por el “hay que”.
Rechazó su mentalidad de escasez y la transformó en una de abundancia.
Dejó la empresa y fundó la suya propia, Il Giornale, donde aplicó su idea.
Historia corta: éxito inmediato.
Dos años después, compró Starbucks y la transformó en lo que es hoy en día.
La manera en la que te hablas a ti mismo lo cambia todo.
Es que no me dejan hacer mi trabajo.
Tengo que encontrar la manera de implementar mi idea.
Es que no tengo nada de suerte.
Hay que seguir intentándolo hasta conseguirlo.
Sólo me queda resignarme.
Aún tengo una oportunidad de hacerlo mejor.
Todo es cuestión de perspectiva y de cambiar tu diálogo interior.
Tu comportamiento transforma tu lenguaje, pero también funciona al revés.
Lo que te cuentas a ti mismo cambia cómo actúas.
Abandona tus creencias autolimitantes.
Deja de sabotear tus oportunidades.
Acepta las infinitas oportunidades a tu alrededor.
Y sé más feliz de lo que has sido nunca.
O…
….sigue buscando excusas para nunca encontrar resultados.
La elección es tuya.
Aunque los dos sabemos lo que vas a hacer.
¿Verdad?
Te leo.
Iñaki Arcocha
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