No Eres Tan Listo

Para no callarte a tiempo

Reconozco que fue uno de los momentos más vergonzosos de mi vida.

Mi primer blog.

Lo inicié cuando comencé mi andadura en Curazao.

Un paraíso caribeño que, para mí, fue un infierno sin igual.

Pero esa es otra historia.

En el blog relataba mis andanzas en la isla.

Las buenas.

Y, especialmente, las malas.

Las diferencias culturales.

La dureza del clima en verano.

La escasez de opciones de ocio.

Y la burocracia.

Los papeles de mi residencia se retrasaron mucho más de lo previsto.

Algo normal en la isla.

Pero yo preferí exagerarlo.

Y echarle todas las culpas a mi gestor.

Que en honor a la verdad, no era el lápiz más afilado del estuche.

Pero tampoco tan torpe,

tan inútil,

tan rematadamente imbécil,

como yo le describí en una….bueno, en varias de mis entradas al blog.

¿Sabes aquello de la Ley de Murphy?

Pues funciona muy bien.

De los tres lectores asiduos a mi blog,

resultó que uno de ellos era…

sí, has acertado:

mi gestor de Curazao.

Aún recuerdo la sensación cuando me reenvió por email mi última entrada sobre él.

En la que le llamaba de todo menos guapo.

Debo decir que se lo tomó espectacularmente bien:

Entiendo que todo lo que dice es una broma.

Muy gracioso el humor español.

O algo así.

Obviamente le llamé para disculparme y…..cambié de gestor.

No tenía mucho sentido continuar, para ninguna de las dos partes.

El error no fue que me pillaran.

El error fue haberme dejado llevar por mis impulsos.

Por mis emociones.

Y creerme más listo que nadie.

Esa es, sin duda, la piedra con la que me tropiezo con mayor asiduidad.

¿Cuántas veces creemos decir lo que pensamos cuando, en realidad,

no pensamos lo que decimos?

¿Cuántas de esas veces soltamos barbaridades que ya no podemos retirar?

Te puedes disculpar.

Pedir perdón.

Pero el daño ya está hecho.

Y hay palabras que nunca se olvidan.

Que se quedan ahí, para siempre.

Como una sombra.

Con vida propia.

Que acechan detrás de una mirada.

O de un silencio un segundo demasiado largo.

El tiempo lo cura todo.

Es verdad.

Sólo que a veces…

…el remedio es peor que la enfermedad.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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