No es la Llamada

Sino la Respuesta

La semana pasada tuve un encuentro en la tercera fase durante mis vacaciones.

Cuando eres un pequeño empresario, las vacaciones no existen, son los padres, por lo que siempre hay que estar pendiente del teléfono y de los clientes.

Nada que objetar.

Sarna con gusto no pica.

El caso es que la Ley de Murphy siempre está muy presente en esta época del año.

La hora Bruja se concentra a finales de noviembre y principios de diciembre, el verdadero triángulo de las Bermudas del sector financiero.

Todo lo malo que pueda pasar, sucederá cuando peor te venga y de la manera más inesperada posible.

Es lo que hay.

El caso es que uno de mis clientes tenía que cerrar una operación bastante importante, pero para ello, su banco necesitaba llamarlo para confirmarla.

En pleno siglo XXI, algunas tradiciones son difíciles de erradicar, como el famoso “call back” a los clientes.

Hasta aquí no sería más que un día más en la oficina.

¿Cuál era la dificultad?

Mi cliente estaba en la India sin poder usar su teléfono personal, el banquero en EE.UU y yo en Maldivas.

¿Sólo?

La operación además era para antes de ayer y el cliente no regresaba a su casa hasta la semana siguiente.

¿Algo más?

Sí.

Las llamadas de confirmación sólo se pueden hacer al teléfono personal del cliente.

Han cantado Bingo.

Ante esta situación, tenía varias opciones:

A. Tirar mi móvil al mar en una versión isleña de mi perro se ha comido los deberes.

B. Pasarle el marrón al banquero de EE.UU y que se buscara la vida entre currys, masalas y samosas.

C. Hacer lo que tenía que hacer y buscar una solución.

No hace falta que te diga cuál es la respuesta correcta.

Así que el banquero, que es gran amigo y eso siempre ayuda, y yo nos pusimos a buscar la manera de sacar la operación adelante.

Conseguimos que la llamada se pudiera hacer al hotel del cliente en la India y nos dieron un par de días extra para cerrar la operación.

Todos contentos.

Salvo que no fue así.

No contábamos con el factor indú.

Que yo les quiero mucho, ojo.

Es un país al que ya he ido un par de veces y seguro que volveré, pero en algunos temitas digamos que tienen margen de mejora.

En la primera llamada al hotel, nos dijeron que el cliente no cogía el teléfono en su habitación.

Al mismo tiempo, él me confirmaba por whatsapp que estaba sentado al lado del teléfono.

En la segunda llamada, nos pasaron con el front desk para decirnos que el cliente no estaba en el restaurante.

Gracias, eso ya lo sabemos.

Está en la habitación esperando.

Nos colgaron.

En la tercera llamada, volvemos a vivir la misma película salvo con una variación en la respuesta del front desk.

Esta vez fueron a buscarlo a la piscina.

A las once de la noche….

¿Para qué?

Nadie lo sabe.

Así, durante 40 minutos, en los que ya nos daba la risa a todos porque era imposible que nos pusieran con el cliente.

Finalmente, y después de mucho insistir, logramos hablar con él y en 30 segundos cerramos la llamada.

Final feliz.

Cliente satisfecho.

Satisfacción personal.

Después de superar esta odisea, recordé algo crucial.

Resolver los problemas es necesario, pero afrontarlos de la mejor manera lo es mucho más.

Nunca hay que desesperarse ni quejarse de la mala suerte.

Las cosas son como son y vienen como vienen.

Hay días en que amanece nublado y otras con un sol de justicia.

Eso no lo podemos controlar.

Lo que sí está en tu mano es la actitud con la que enfrentas esas situaciones.

La manera en la que las aceptas, buscas sacar lo mejor de ellas y no pierdes de vista lo que realmente importa.

Lo importante no eran las vacaciones, ni la mala suerte de estar todos de viaje.

Lo importante era solucionar el problema.

La vida no siempre se ajusta al guion que tenías previsto.

Adaptarte, enfocarte y seguir adelante no sólo resuelve dificultades.

También te hace mucho más fuerte.

Te vuelve un objeto inamovible y una fuerza imparable al mismo tiempo.

Y, al final, todo el esfuerzo merece la pena.

Contemplar el atardecer en la isla de los mil atardeceres después de superar esa situación fue un regalo doble para mí.

O triple.

Porque la buena compañía transforma los malos momentos en algo más llevadero y convierte los mejores en recuerdos inolvidables.

Y yo tenía la mejor.

Te leo.

Iñaki Arcocha

P.D: No voy a subir fotos de las Maldivas para que no me lapidéis, pero este mensaje del Spa del hotel resume todo lo que necesitas saber para tener una vida plena y feliz.

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