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No fue tu culpa
Pero sí es tu decisión
Eh, Will, no sé muchas cosas. Pero esto, esta mierda….no fue culpa tuya.
Sí, ya lo sé.
Mírame, hijo. No fue culpa tuya.
Lo sé.
No, no fue culpa tuya.
Lo sé.
No, no lo sabes. No fue culpa tuya.
Lo sé.
No fue culpa tuya.
¡No intentes joderme!
No fue culpa tuya.
¡No me jodas, Sean! ¡No me hagas esto! ¡Tú, no!
No fue culpa tuya.
…
…
Lo siento... lo siento tanto...
Que se jodan todos.
….
Diálogo final de El Indomable Will Hunting.
Uno de los mejores papeles del malogrado Robin Williams.
Y, sin lugar a dudas, el mejor de Matt Damon.
No en vano, lo escribió él mismo junto a su amigo del alma, Ben Affleck.
Todos necesitamos escuchar eso alguna vez.
Todo necesitamos saber que no fue culpa nuestra que no nos quisieran.
Que no nos valoraran.
Que no nos cuidaran.
Que no hicimos nada malo para que se fueran.
Para que nos fallaran.
Que no hay nada roto en nosotros.
Simplemente, sucedió.
Te sucedió.
Me sucedió.
Y nos volverá a suceder.
Es ley de vida.
A veces tienes suerte y encuentras a compañeros de viaje en la guardería.
Personas que te acompañarán hasta el final del trayecto.
Otros se suben en una parada más tarde.
Y muchos más… se bajan antes del destino final.
Está bien así.
No puedes -no debes- retener a quien no quiera estar contigo.
No siempre evolucionamos igual que las personas que hemos querido.
Nadie tiene la culpa de eso.
Ni ellos.
Ni mucho menos tú.
Amargarte sólo impedirá que aprecies a los que siguen el trayecto contigo.
Tratar de retenerlas, sólo te frustrará y no conseguirás nada.
Salvo perderte también las segundas oportunidades.
Esas maravillosas, inesperadas y dulces segundas oportunidades.
Ayer viví una de ellas.
En el cine, con mis hijos pequeños.
Cada uno agarrado a uno de mis brazos, riéndose con la película.
Y yo, llorando detrás de mis gafas 3D.
No porque no entendiera ni una palabra (fue en alemán).
Ni porque fuera para niños.
Lloraba porque, 35 años atrás, ese era yo.
El que se abrazaba a sus padres en el cine.
Mi plan favorito de los sábados.
Cena en Tamarises antes o después de la sesión.
Película en Bilbao, justo debajo del despacho de mi aita.
Quedarme dormido en la parte trasera del coche, de camino a casa.
No lo disfruté durante mucho tiempo.
Se acabó mucho antes de lo que me habría gustado.
Lo que pasó, no fue mi culpa.
Aunque no siempre lo entendí así.
Perdí demasiado tiempo lamentándome por lo que no volvería.
Llorando, entonces sí, de impotencia.
Ojalá hubiera sabido entonces lo que sé ahora.
Que Dios aprieta pero no ahoga.
Que siempre hay otra oportunidad.
La que disfruto hoy en día,
igual que puedes hacer tú.
Te leo.
Iñaki Arcocha
Tremendo el diálogo en original:
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