No lo Necesitas

Déjalo Ir

Odio doblar ropa.

No tanto como planchar camisas o pantalones - actividad para la que estoy seguro de tener una tara genética que me impide hacer una sola raya decente en los pantalones-, pero casi.

Es flipante cómo una camisa cobra vida propia cuando intentas doblarla para que entre en la maleta sin hacer un burruño.

Por no hablar de los secretos insondables con los pañuelos: ¿en dos, en cuatro, en triángulo o de manera rectangular?

Y no me hables de los calcetines…. que en mi caso siempre terminan siendo bolas de navidad que podrían colgarse de un árbol.

¿Cómo lo hace mi madre tan rápido, sencillo y sin una sola arruga?

Es un misterio a la altura de Lemuria, la Biblioteca de Alejandría o las Minas del Rey Salomón.

Aunque debo admitir, que tras años de práctica y de viajar más que Willy Fog perseguido por Transfer, he aprendido un par de truquitos.

El que realmente me ha cambiado la vida es el método KonMari de la famosa consultora japonesa Marie Kondo.

La técnica KonMari promete poner fin a una de las mayores plagas modernas: la acumulación de cosas sinsentido que asola nuestras vidas.

Si piensas que esto no te afecta, te reto a mudarte de casa.

Apuesto lo que quieras a que llenarás muchas más cajas “para tirar” de las que pensabas.

Nos cuesta muchísimo desprendernos de lo que ya no usamos, y nos inventamos cualquier excusa para no hacerlo.

“Por si acaso lo necesito más adelante”.

“Le puede venir bien a mi hermana en algún momento”.

“Con lo bonito que es, ¿cómo lo voy a tirar?”.

“No fumo, pero ese cenicero hecho con el cuerno de un ñu moribundo es un recuerdo inolvidable”.

Y así con todo.

Lo preocupante no es que sólo la acumulación de objetos que no volveremos a utilizar jamás, porque, al fin y al cabo, la solución es tan fácil como tirarlos…..perdón, reciclarlos.

Lo peor es que hacemos lo mismo a nivel emocional.

¿Cuántas veces nos aferramos a una relación que no va a ninguna parte?

¿Cuántas noches pasamos en vela por rencores, miedos o apegos que no podemos soltar?

Al igual que el espacio físico, nuestros espacio emocional tampoco es ilimitado.

Dejar ir una emoción, despedirse de una persona o concluir un proyecto que ya no tiene sentido, es muchas veces, la mejor solución.

No podemos comenzar algo nuevo si no hemos terminado lo anterior.

No podemos concentrarnos en lo importante si nos distraemos con lo superfluo.

No podemos vivir con propósito si no cuidamos las relaciones que verdaderamente nos hacen bien.

A veces es difícil distinguir entre lo que nos conviene y lo que no.

El miedo al cambio y a equivocarnos siempre nos susurra al oído, tratando de paralizarnos.

Pero no se lo permitas, la alternativa es mucho peor.

Si nunca sales del puerto no llegarás a tu destino; pero si no tienes claro el rumbo, acabarás donde no quieres estar.

Tan malo es navegar sin dirección como dejar que las olas deciden por ti.

Mi truco para salir de la duda es muy simple: me pregunto si esa relación, esa actividad o esa emoción me hace sonreír.

Si no lo hace, ¿para que la quiero en mi vida?

Todo sabe mejor con una sonrisa en tu cara…. y en la de quienes te rodean.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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