No Pudieron con Él

Tampoco Podrán Contigo

Witold Pilecki fue el prisionero número 4859 del campo de concentración de Auschwitz.

Capturado durante unas redadas en Varsovia, Pilecki fue enviado inmediatamente a Auschwitz en 1940.

Lo que quizás no sepas es que se dejó capturar voluntariamente para poder entrar en el campo de concentración.

Es la única persona de la que se tiene testimonio directo de haber entrado por voluntad propia en un campo de concentración nazi… y haber sobrevivido para contarlo.

Pilecki, oficial del ejército polaco y miembro de la resistencia, había escuchado rumores horripilantes sobre lo que sucedía en el campo.

Aunque no tenía la infame fama que ganaría con el tiempo, lo que les llegaba ya era para poner los pelos de punta al más pintado.

Su misión era clara: infiltrarse, comprobar el estado de sus compatriotas polacos y ayudar a los más necesitados.

Pero, sobre todo, informar al exterior de lo que realmente estaba ocurriendo dentro.

Durante años, logró enviar informes utilizando una radio construida con piezas robadas y repuestos.

Un auténtico MacGyver polaco.

Las atrocidades que relataba no paraban de crecer, cada informe era más macabro que el anterior.

Todos los días esperaba una ayuda exterior que nunca llegaba.

Cuando empezó a informar sobre el exterminio masivo de judíos en las cámaras de gas, estaba seguro de que intervendrían inmediatamente.

Se equivocó.

Lo que no sabía Pilecki es que sus superiores y el mundo entero no podían creer los horrores que describía.

Pensaban que estaba exagerando o que su mente ya no soportaba más.

Finalmente, en 1943, después de tres años en el mayor infierno creado por el hombre, Pilecki entendió que no iban a rescatarlo, así que planeó su propia huida.

Se las arregló para ser enviado al hospital del campo, fingió su alta y se coló en el turno de noche de la panadería.

Al estar junto al río, robó ropa civil robada y logró escabullirse por el bosque, en total oscuridad bajo el fuego de los guardias de la SS.

La luz de las estrellas fue su única brújula hacia la libertad.

De MacGyver a Prison Break en tres años.

Hasta aquí la historia de un héroe de Hollywood.

Lamentablemente, la realidad siempre es mucho más cruel.

Después de la guerra, Pilecki continuó como espía, esta vez investigando al nuevo enemigo: el comunismo.

Fue uno de los primeros en alertar de las atrocidades soviéticas.

Pero esta vez, no terminó bien para él.

En 1948, tras ser capturado y torturado durante más de un año, fue condenado en un juicio amañado y ejecutado.

En el último día de juicio, antes de escuchar sentencia, a Pilecki le permitieron hablar.

Fueron sus últimas palabras.

He intentado vivir la vida de tal forma que, en la hora de mi muerte, puedo sentir alegría en vez de miedo.

Witold Pilecki nunca perdió la esperanza.

Ni los años de guerra, muerte, tortura y desesperación pudieron con él.

Tampoco la pérdida de su país, su familia o sus amigos.

Ni siquiera después de la guerra, con la infernal ocupación soviética, perdió la esperanza en un futuro mejor para sus hijos.

Caemos en el error de pensar que lo contrario a la felicidad es la tristeza.

No.

Lo contrario a la felicidad es la desesperanza.

Cuando te sientes triste o enfadado, aún te importa algo.

Todavía sientes.

Cuando estás desesperado, nada te importa.

Y ahí es donde se pierde todo.

Detrás de cada persona que comete una locura inimaginable, hay alguien que no ve un futuro mejor.

Por eso es tan importante no perder nunca la esperanza, especialmente en los peores momentos de tu vida.

Mientras tengas aire en tus pulmones y sangre en tu corazón, hay una oportunidad para construir algo mejor.

Siempre hay motivos para querer ver un nuevo amanecer, aunque a veces no sepamos verlos.

Buscarlos, cuidarlos y cultivarlos no es sólo una buena idea, es un imperativo moral.

Como decía siempre mi abuela:

“Mientras hay vida, hay esperanza”.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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