No Puedes Evitarlo

Y, aún así, no es culpa tuya

20 minutos llorando.

Más o menos la mitad del capítulo.

Eso es lo que me pasó con el final de la serie.

Una superproducción sobre una tragedia en un colegio británico.

Que no va por donde te imaginas.

No es la típica serie en la que tienes que descubrir al culpable.

Eso lo sabes desde el principio.

La serie va de otra cosa.

Está hecha de otra pasta.

No sólo por estar grabada en un único plano secuencia por capítulo.

Es decir, sin un sólo corte en los 60 minutos que dura cada episodio.

Lo cual, ya de por sí, es único y excepcional.

Pero eso es sólo el apartado técnico.

Lo verdaderamente impresionante está en el guión.

En la trama.

En cómo se desarrolla a lo largo de cuatro capítulos, cada uno centrado en diferentes aspectos de la historia.

Y el final…..

Absolutamente desgarrador.

Sobre todo si tienes hijos pero igualmente te llegará si no los tienes.

Y si no te llega…..hazme caso y háztelo mirar.

Adolescencia, de Netflix, no es sólo una miniserie brutal.

Es una desoladora exploración del amor, el dolor, el deseo…

Y de lo complicados que podemos llegar a ser los seres humanos.

Cada capítulo resonará en tu cabeza durante días.

Para la mayoría, el primer capítulo es el mejor.

Yo me quedo con el último.

El que se enfoca en el padre.

El que lo muestra enfrentándose a lo imposible.

El que habla del padre y el hijo.

Del hijo y el padre.

La escena final es el resumen perfecto de toda la serie.

Te dice todo lo que tienes que saber.

Y mucho más en lo que pensar.

A mí me recordó la necesidad de aceptar que no todo está bajo tu control.

Que por muy buenas intenciones que tengas en la vida, hay cosas que simplemente….

….suceden.

Incluso haciendo todo exactamente igual, no siempre vas a obtener el mismo resultado.

A veces puedes lograr justo lo opuesto.

Porque no todo depende de ti.

Ni todo es culpa tuya.

Pero, al mismo tiempo, hay una frase de la serie que no me quito de la cabeza:

No es malo decir que podríamos haber hecho algo mejor. Y está bien pensar así.

Puedes no hacerlo todo bien.

Puedes equivocarte.

Estar cansado.

Enfadado.

O tratando de compensar lo que no tuviste de niño.

También puedes sentir vergüenza.

No soportar a tus seres queridos en ciertos momentos.

Y aún así… no ser culpable de todo.

No todo tiene que ver contigo.

Ni el mundo gira a tu alrededor.

Tan solo eres un ser humano que trata de hacer lo mejor que puede con lo que tiene.

Y te equivocas.

Fallas.

Y vuelves a fallar.

Pero sigues.

Te caes… para volver a levantarte.

Eso ya es más que suficiente.

Eso es, precisamente, lo único que se te puede pedir.

Lo único que deberías exigirte a ti mismo.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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