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¿Nos quieren por lo que somos o por lo que hacemos?
Y por qué somos tan hipócritas con nosotros mismos
El otro día reflexionaba con un amigo sobre la diferencia entre ser querido por lo que somos o serlo por lo que hacemos. Mi amigo, que ese día estaba especialmente inspirado, apuntaba que si nos quieren por lo que somos, sentimos que ese amor es auténtico y verdadero. Nos estarían reconociendo nuestra verdadera esencia, mientras que si nos quieren por lo que hacemos, en realidad es un amor transaccional. En ese sentido, nos amarían por lo que podemos dar de vuelta y siempre tendríamos el miedo, a que en algún momento no seamos capaces de dar nada a cambio y perder ese amor.
No sé si fue el efecto del vino que compartimos o la profundidad de nuestra conversación, pero lo cierto es que esa noche no logré conciliar el sueño. La intuición de que lo que somos y lo que hacemos coexisten simultáneamente, siendo iguales y distintos al mismo tiempo, no paraba de dar vueltas en mi cabeza.
Al despertar a la mañana siguiente, una segunda pregunta, aún más compleja, me acosó desde el momento en que abrí los ojos ¿Por qué nos queremos a nosotros mismos? ¿Por lo que somos o por lo que hacemos? Las respuestas que inundaban mi mente resultaban más incómodas que el típico dolor de cabeza matutino después de una noche de vinos sin restricciones. Y lo eran porque revelaban la hipocresía con la que solemos juzgarnos a nosotros mismos y a aquellos que nos rodean.
Para la mayoría de las personas, resulta tan evidente el deseo de ser amados por lo que somos como el desafío de amarnos a nosotros mismos por lo que hacemos. Nuestra percepción interna y nuestra autoestima parecen depender mucho más de los logros que alcanzamos y de superar nuestras propias expectativas que de nuestra esencia intrínseca.
Si no cumplimos con nuestras expectativas diarias, a menudo nos auto-flagelamos, incluso si hemos dado lo mejor de nosotros. Esto empeora nuestra percepción de nosotros mismos y suele desencadenar en una espiral auto destructiva.
Constantemente esperamos que el mundo nos juzgue con una vara mucho más indulgente de la que aplicamos a nosotros mismos.
No me malinterpretes, soy muy partidario de aspirar a lo máximo. Al apuntar a la luna, sabes que aunque no llegues, siempre aterrizarás entre las estrellas. Sin embargo, también considero crucial saber relajarse y no tomarse todo tan en serio todo el tiempo.
Yo por ejemplo me he saltado el ayuno alcohólico post navideño pero me lo voy a perdonar. No todos los días se tienen conversaciones tan interesantes con amigos que merecen la pena de verdad.
Te leo.
Iñaki Arcocha