Nunca hemos vivido mejor

A pesar de lo que cree todo el mundo

Te voy a contar un secreto: el mundo nunca ha estado mejor que hoy en día.

Sí, es así.

Lo mires como lo mires, el ser humano nunca había vivido un momento de prosperidad como el actual.

Si pensamos en la Economía, jamás habíamos tenido mayor riqueza global y per cápita, y los niveles mundiales de pobreza son mínimos.

Si nos centramos en la esperanza de vida y la sanidad, nunca en toda la historia habíamos vivido tanto y nos mantenemos jóvenes durante mucho más tiempo que hace apenas unas décadas.

Estamos además viviendo una revolución biotecnológica sin precedentes que acelerará la erradicación de enfermedades y los problemas asociados al envejecimiento.

A otros niveles, también disfrutamos de comodidades que eran impensables para nuestros padres o abuelos, y las opciones de ocio son prácticamente infinitas.

Un reciente estudio especializado iba más allá y calculaba, que sólo en el último siglo, el tiempo de ocio se había multiplicado por cuatro, mientras que las horas trabajadas se habían reducido casi a la mitad.

Si disfrutar de cuatro veces más de ocio al mismo que trabajamos la mitad no es el mejor indicio de que las cosas van mejor que nunca, no sé entonces qué podría serlo.

En resumen, hoy en día cualquier persona de clase media de Occidente vive infinitamente mejor que un emperador romano o que un faraón egipcio.

Julio César se cambiaría por nosotros todos los días de la semana.

¿Por qué, entonces, el pensamiento generalizado es que cada vez vivimos peor?

Primero, porque nos hacemos trampas al solitario y nos fijamos en momentos concretos en los que estamos peor que unos años atrás.

Se desata una guerra, sufrimos una crisis económica o enfrentamos una pandemia sin precedentes históricos, y pensamos que el mundo se va al garete.

La realidad es que, pasados esos baches temporales, el mundo vuelve a su senda de crecimiento, innovación y mejora.

Segundo, porque idealizamos nuestro pasado y nos resistimos a los cambios sociales de la nuevas generaciones. Antes jugábamos todos en la calle con un balón, y ahora están todos conectados a través de dispositivos.

¿Nos parece peor? Quizás sí, pero lo mismo decían nuestros padres de nosotros y nuestros abuelos de nuestros padres.

Cada generación tiene su propia manera de socializar e interconectarse, lo que a menudo choca con la anterior y genera conflictos.

Lo que es innegable es que, hace muy pocos años, si conocías a alguien en el otro lado del mundo, tus opciones de seguir en contacto eran limitadas y carísimas. Hoy en día, puedes mantener la relación de manera gratuita por el resto de tu vida.

En cualquier caso, la razón fundamental, a mi parecer, es que al cerebro humano sólo le interesa una cosa: tu supervivencia.

La evolución no nos ha enseñado a ser felices ni a autorrealizarnos ni nada por estilo. Lo que nos ha mostrado es que el mundo es muy hostil con dientes de sable y bayas venenosas por todos lados y, por tanto, lo único importante es vivir un día más.

Por eso, las noticias negativas y el pesimismo captan mucha mayor atención en nuestra sociedad que lo positivo. Nos mantienen alerta y vigilantes ante los peligros.

Ejemplos de este fenómeno hay millones.

Sin ir más lejos, el editor de una de las webs de noticias más importantes del Reino Unido decidió publicar únicamente noticias positivas durante un mes.

¿El resultado?

Perdió más del 70% de sus lectores.

El premio por ser optimista en el mundo en el que vivimos es la más absoluta irrelevancia.

La negatividad vende mucho más, pero te aseguro que el optimismo siempre gana.

El optimismo es la condición imprescindible para aprovechar las mejores oportunidades de la vida, por lo que lo más inteligente es invertir en optimismo.

¡Ah! Y no hagas caso a las noticias, vivirás mucho mejor.

Apaga la tele y descansa de tus redes sociales. Utiliza ese tiempo para salir a la calle, hacer deporte o pasar tiempo con tu familia.

Vivirás más tiempo y serás mucho más feliz.

Te leo.

Iñaki Arcocha

P.D: Dos libros fascinantes que demuestran que vivimos en la mejor época de la Humanidad.

Factfulness de Hans Rosling y Progreso de Johan Norberg.