Una Cuestión de Orgullo

No pierdas más el tiempo

Yo no le pedí perdón.

Él a mí tampoco.

Pasaron días, luego semanas y después meses.

Finalmente, los años del colegio quedaron atrás y nuestros caminos se separaron para siempre.

O eso creía yo.

Con lo que no contaba es que, gracias a la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio, nos volvieramos a encontrar de alguna manera.

En los últimos 20 años apenas nos hemos visto una o dos veces, pero las redes sociales nos han permitido recuperar el contacto perdido.

Bendito Whatsapp, que tanto tiempo nos roba y a la vez tanto nos ayuda en el día a día.

En nuestros mensajes se nota una mezcla de afecto y tristeza por la amistad perdida.

También algo más.

Arrepentimiento.

Ese sentimiento que siempre aparece cuando llegas tarde.

¿Sabes qué es lo peor de todo?

Que no tengo ni la más remota idea de por qué nos enfadamos.

Hasta el “cuándo” se ha borrado de mi memoria.

Recuerdo vagamente unos carnavales en Bilbao, con todo el grupo disfrazados de romanos, pero poco más.

¿Quién tenía razón?

Agua.

No lo sé.

Conociéndome, probablemente él, pero a estas alturas da absolutamente igual.

Siempre que hablamos me entristece pensar en lo que pudo ser y no fue.

Sí, hemos retomado cierto contacto, pero los recuerdos, vivencias y conversaciones que nunca tuvimos no volverán.

Perdidos para siempre.

Por algo que no tuvo ninguna importancia.

De eso estoy seguro o de lo contrario, lo recordaría.

De memoria, la inteligencia de los tontos según mi padre, ando sobrado.

Lo que sí recuerdo perfectamente son las veces que pude arreglarlo y no lo hice.

Compartimos pupitre todos los días y Bilbao es pequeño con lo que encontrarse el fin de semana es fácil.

Si quieres.

Y yo no quise.

En ninguna de las mil y una oportunidades que tuve.

Recreo, actividades del colegio, tardes perdidas sin nada que hacer….

Nada.

Dejé que la soberbia ganara la partida.

Por goleada además.

Lo bueno es que incluso un perro viejo puede aprender trucos nuevos.

Yo me he prometido que nunca más.

Nunca más cederé ante mi ego.

Nunca más olvidaré que prefiero estar en paz a tener razón.

Nunca más dejaré que pase el tiempo sin arreglar cosas sin importancia.

Porque lo importante es precisamente no desperdiciar el tiempo que nos queda.

Si lo contrario a la soberbia es la humildad, no conozco nada más humilde que pedir perdón o perdonar a quien te ha hecho daño.

Nadie es feliz con un corazón resentido.

Ni tú, ni yo, ni nadie.

Cuando dejamos pasar la oportunidad de reconciliarnos y reparar los lazos rotos, perdemos algo valioso.

Para siempre.

Y no te engañes: perdonar no te hace débil, te hace libre.

El perdón nunca es para quien lo recibe, sino para quien lo ofrece.

Que no te pase como a mí.

No dejes pasar a la gente que te importa.

Haz esa llamada, escribe ese mensaje o cruza ese puente antes de que sea demasiado tarde.

El mayor error nunca es equivocarse.

Sino quedarte esperando a que sea el otro el que dé el primer paso.

Créeme, no hay nada más pesado que el arrepentimiento de lo que no hiciste.

No merece la pena.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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