No se lo pidas a Dios

¿Eres creyente?

No lo sé.

Yo sí lo soy.

De lo que estoy seguro es que todos nos convertimos un poco,

cuando nos va mal en la vida.

Cuando la situación se vuelve complicada,

hasta al más ateo se le escapa un “Dios mío…:”.

Quien más, quien menos, ha pedido algún favorcito al de ahí arriba para que cambie su suerte.

Y Dios siempre escucha.

Y provee.

Lo que pasa que nunca lo hace como nosotros esperamos.

Si le pides ganar una maratón,

no te dará una medalla.

Te dará un par de zapatillas de deporte.

Si le pides que te de paz,

¿crees que te va a quitar todos los problemas?

No.

Te va a dar fuerza para seguir avanzando.

Y si le pides el trabajo de tus sueños,

no te regalará un despacho bonito con vistas al mar.

Te dará la oportunidad de empezar desde abajo y demostrar lo que vales.

Dios nunca te va a regalar resultados.

Te va a dar oportunidades.

Lo cual tiene su lógica.

Es lo que hacemos todos los buenos padres con nuestros hijos.

No queremos dárselo hecho.

No queremos que les resulte fácil.

Queremos que aprendan el valor del esfuerzo.

Que sean capaces por ellos mismos.

Que entiendan que nadie les regalará nada,

y que está bien que sea así.

Porque ellos deben labrar su propio camino.

Incluso te diré que muchas veces,

esas oportunidades vienen disfrazadas.

De dificultades.

De pruebas.

De retos.

Con frecuencia duelen.

Son difíciles.

Descorazonadoras.

Pero por encima de todo…. transforman.

La persona que entra a resolver un problema,

no es la misma que la que sale después de resolverlo.

El secreto no es vivir una vida sin dificultades.

Eso no existe.

El secreto es entender que lo importante no es sólo superar los momentos difíciles,

sino descubrir en quién te conviertes mientras lo haces.

Te leo.

Iñaki Arcocha

[email protected]

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