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¿Qué prefieres: talento o esfuerzo?
El trabajo gana al talento todos los días de la semana
Hace más años de los que me gustaría recordar, trabajé en Madrid para el departamento de Banca Privada de uno de los principales bancos españoles. A pesar de las interminables jornadas laborales y la difícil situación económica que atravesaba el país, el ambiente de trabajo era excelente. Nos encontrábamos en plena crisis financiera del 2009, lo que significaba que nuestro trabajo no era precisamente bien visto en aquel momento.
Uno de mis compañeros sobresalía especialmente por trabajar más horas que un reloj, y este hecho solía ser tema de conversación en el equipo. Un día, decidí preguntarle por qué siempre se quedaba hasta tan tarde, incluso cuando no teníamos tanta carga de trabajo. Su respuesta se me quedó grabada a fuego.
Me explicó que era muy consciente de que no era la persona con mayor talento dentro del equipo, y que probablemente nunca lo sería. Eso no dependía de él y ninguna formación en el mundo podría cambiarlo. Pero lo que sí dependía de él, era trabajar más que nadie para destacar. Mientras otros confiaban en su talento natural para sacar adelante el trabajo, él les superaría a todos a base de trabajo y más trabajo.
La fábula de la liebre y la tortuga en funcionamiento.
A lo largo de todos estos años, he reflexionado con frecuencia sobre esa conversación y el aparente dilema entre trabajo y talento. Mi conclusión es que, en gran medida, es una elección falsa, cuando no una completa mentira.
¿Por qué hay que elegir? Y más importante, ¿por qué asumimos que son opuestos?
El valor del trabajo duro debería ser algo innegociable, especialmente en la época actual donde parece que incluso esté mal visto. Generación a generación, el esfuerzo y la capacidad de superación están siendo menospreciados y reemplazados por otras "virtudes".
Sin embargo, las grandes proezas de la humanidad no se consiguieron haciendo lo mínimo, sino tratando de superarse y haciendo lo que nadie hizo antes. Esto es así desde que el primer homínido miró al cielo nocturno y se preguntó por esos puntos brillantes.
Luego, podemos valorar si tenemos más o menos talento para alguna actividad concreta. Y si tenemos esa suerte, es casi una obligación hacernos merecedores de ella al hacer un buen uso de ese regalo divino.
Kobe Bryant lo tenía muy claro. Si el jugador promedio de la NBA hacía dos sesiones de entrenamiento diarias, él se levantaba dos horas antes y se acostaba dos después, para sacar cuatro sesiones de entrenamiento. Día tras día, mes tras mes, año tras año. Al cabo de muy poco tiempo, da igual el trabajo y el talento que tengan los demás que no hicieron esas cuatro sesiones, jamás le alcanzarían.
La mentalidad de la Mamba Negra es algo que podemos aplicar todos a nuestro nivel porque no depende de nacer con el talento innato que tenía él.
Hacer más de lo mínimo exigible no sólo te da una ventaja competitiva invaluable sino que te hará ganar una confianza y una seguridad en ti mismo que nadie podrá igualar.
Si además sabes explotar el talento que tienes, y te aseguro que todos somos buenos en algo, entonces ya simplemente serás imparable.
El talento es maravilloso pero el trabajo es innegociable.
Te leo.
Iñaki Arcocha