Que te Moleste y te siga Molestando

Pero a nadie le interesa más que a ti

Reconozco que me enfado con cierta frecuencia.

Vamos, que me paso el día de mala gaita.

A veces, por temas importantes.

La mayoría, por estupideces.

¿Alguien camina con los pies abiertos tipo pato?

No lo soporto.

¿Suizos agarrando los cubiertos como si fueran cavernícolas?

Me saca de quicio.

¿Gente que madruga para ir al gimnasio… y se sienta a mirar el móvil?

Les prohibiría la entrada.

¿Zombies de aeropuerto que bloquean todos los pasos y escaleras mecánicas?

Les reservaría un lugar especial en el infierno.

Sí, lo sé.

Estoy bastante mal.

Siempre me ha pasado.

Lo que no entiendo, me desquicia.

Y por eso admiro tanto a esa gente que mantiene la calma en cualquier circunstancia.

En mitad de un tráfico insufrible y llegando tarde a una cita importante.

Haciendo una cola interminable en el supermercado.

Aguantando estoicamente mientras sus hijos hacen pressing catch en el aeropuerto.

O esperando una devolución de Hacienda.

Vale, me has pillado.

La última es broma.

Eso no existe.

Lo que sí tengo claro es que el problema es mío.

Y lo sufro, sobre todo, yo.

Al que más le duele el enfado… es al que lo siente.

De hecho, no dejarte arrastrar por la ira es la manera más inteligente de cuidarte.

Cabrearte con alguien es como beber veneno y esperar que se muera el otro.

Absurdo.

O peor.

El enfado, en sí mismo, es un deseo de cambiar a los que te rodean.

Lo reconozcas o no.

Seas consciente de ello o no.

Piénsalo un segundo.

¿Quiénes somos nosotros para cambiar a nadie?

¿No te gusta cómo es una persona?

Mira para otro lado.

O cambia tú.

Porque esa persona puede estar perfectamente a gusto con cómo es.

Y está bien que sea así.

El enfado es una proyección personal.

Un problema tuyo que vuelcas en los demás.

Al que le molesta la situación es a ti.

Aguántate el enfado.

Cuidado, no digo que no te enfades.

Eso es imposible, por mucho feng shui que practiques.

Pedir que algo no te moleste es como pedirte que te guste el verde y no el azul.

Es imposible.

Te gusta lo que te gusta.

Punto.

Pero sí puedes decidir qué hacer con ese sentimiento.

Puedes aceptarlo.

Reconocer que es algo tuyo.

Y dejarlo ir.

La teoría te la sabes.

Ahora sólo falta aplicarla.

Yo me voy a seguir cabreando por chorradas toda la vida.

Soy plenamente consciente de eso.

Es mi tema.

Mi superpoder.

Mi forma favorita de perder el tiempo.

Lo que no voy a permitir es que eso se traspase a los demás.

En especial, a los que más quiero.

No es justo.

Ni para ellos.

Ni para mí.

Tengo una alarma cada mañana a las 8:00 que dice:

Sonríe, hoy es un día maravilloso.

Ya sólo me queda cumplirlo…. cada día.

Voy mal.

Pero como soy cabezón, terminaré por conseguirlo.

Y teniendo en cuenta lo que veo cada vez que me acuesto y cada vez que me levanto…

….tan difícil no puede ser.

¿Verdad?

Te leo.

Iñaki Arcocha

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