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Piensa en Positivo

Howard Hughes fue uno de los empresarios estadounidenses más importantes de las décadas de 1920 y 1930.

Su vida estuvo marcada por la innovación y el éxito en campos tan dispares como el cine y la aviación.

Fundó Hughes Aircraft, una compañía aeronáutica con la que rompió varios récords mundiales y se colocó en la vanguardia de la industria.

Sin embargo, su descenso a los infiernos comenzó con una creciente aversión a los gérmenes y un trastorno obsesivo-compulsivo elevado a la máxima potencia.

Tanto fue así, que en un momento dado, llegó a vivir completamente solo y aislado en una habitación del Hotel Desert Inn en Las Vegas.

Su paranoia llegó a tal punto que exigía le cambiaran las servilletas usando guantes y que sus alimentos fueran manipulados con medidas extremas de higiene.

No confiaba en nadie, ni en nada.

Murió solo, en 1976, en un estado de profundo deterioro físico y mental.

La película El Aviador, dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por un soberbio Leonardo Di Caprio, refleja a la perfección esta historia de triunfo y tragedia.

Howard Hughes era el cínico supremo.

Un cínico es alguien que desconfía profundamente de las motivaciones de los demás, creyendo que siempre actúan por interés egoísta.

¿Te suena?

El mundo está lleno de cínicos y de cinismo.

Hoy en día, muchas personas miran al futuro con desconfianza creciente y al prójimo de manera aún más negativa.

Cualquier gesto de bondad o de afecto desinteresado es visto con sospecha o como una trampa para bajar la guardia.

Uyyyy, ¿qué querrá de mí?

Seguro que conoces a gente así: quienes encuentran un billete en el suelo y buscan la cámara oculta, o los que, si les das un abrazo sin razón aparente, se tensan y te miran con extrañeza.

¿Por qué me abrazas? ¿Te debo algo?

Lo peor de todo es que los cínicos suelen ser percibidas como personas inteligentes.

Los “listos” de la clase.

Ellos no se dejan engañar, para nada.

Vivimos más tiempo que nunca, con más comodidades de las que nuestros ancestros jamás soñaron y cualquier emperador de la antigüedad se cambiaría por nosotros sin pestañear.

Pero no, todo es una cortina de humo, una conspiración planetaria que nos esconde la verdad.

El mundo se acaba mañana por la tarde o antes si me apuras.

Es el típico pensamiento catastrofista que funciona tan bien porque juega con las cartas marcadas.

Si no ocurre ninguna catástrofe, no pasa nada por haberte equivocado, el mundo sigue y la gente está feliz.

Si algo sale mal, eres un genio y ya lo viste venir.

Hay más Nostradamus del Apocalipsis que estrellas en el firmamento.

Pensar siempre lo peor puede hacerte parecer listo, pero te acorta la vida.

Un reciente estudio de la Universidad de Stanford encontró que las personas con una visión negativa sobre las motivaciones de los demás viven, en promedio, cinco años menos que los optimistas racionales.

El optimismo racional no implica ser un ingenuo e ignorar los problemas que existen en la realidad.

Al contrario.

Los desafíos personales y colectivos siempre van a estar ahí pero también las soluciones basadas en hechos y datos reales.

El ingenio humano sigue siendo el arma más poderosa del universo.

Aunque a veces nos esforcemos en malgastarlo.

Ser un cínico puede hacerte el centro de atención en las reuniones, pero no creo que nadie te haga padrino de sus hijos.

Mirar al futuro con optimismo no sólo te hará más feliz, sino que te ayudará a vivir más tiempo.

Yo lo tengo claro.

¿Y tú? ¿Vas a seguir siendo el enfadado con el mundo al fondo de la habitación?

Te leo.

Iñaki Arcocha

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