Risas y Llantos

Una historia de primos

Quien bien te quiere, te hará llorar.

Este conocido refrán lo escuché por primera vez con 13 ó 14 años, después de una acalorada discusión con mi primo Javi.

Javi siempre fue mi primo favorito cuando era pequeño.

Cuatro años mayor que yo, extrovertido, gracioso y el único apoyo masculino en una familia ampliamente dominada por mujeres.

Lo raro habría sido que no lo tomara como un ejemplo a seguir.

Desgraciadamente, nunca hemos vivido en la misma ciudad, así que nos veíamos poco cuando éramos pequeños.

Después, de adultos, la vida nos ha llevado por caminos diferentes.

Sobre todo a mí.

Sin embargo, en aquellos primeros años de mi adolescencia sí compartimos mucho más tiempo a raíz del fallecimiento de mi padre.

Mi tía, su madre, es la hermana de mi padre y en aquellos primeros meses de duelo me acogieron para evadirme de la dura realidad.

Recuerdo con mucho cariño los fines de semana en los que mi tío me venía a buscar y pasaba 48 horas siendo mimado por mi tía a más no poder.

Días llenos de horas interminables jugando con mi primo a las videoconsolas de la época, como la Commodore o la Atari.

Para poder jugar, teníamos que rebobinar las cintas a mano, usando un boli bic, para cargar las partidas.

¿Tan viejo soy?

Eso parece.

Los años pasaron y hasta que me fui a vivir a Madrid, seguí coincidiendo con Javi en algunas ocasiones para salir de fiesta con nuestros respectivos amigos o con el resto de los primos.

Buenos tiempos que siempre permanecerán en mi memoria.

Por cierto, la frase me la dijo curiosamente en mi casa mientras jugábamos al Monopoly.

Yo me enfadé por perder, él me contestó y terminamos discutiendo.

Minutos después lo arreglamos como buenos primos y sellamos la paz con esa mítica expresión.

A lo largo de los años, he pensado mucho en ese momento y en esa valiosa lección.

Irónicamente, nos portamos peor con quienes más queremos.

Ya sea por exceso de confianza, de familiaridad o por cualquier otra razón, nos dejamos llevar por nuestras pasiones con las personas que tenemos más cerca.

Pero no creo que sea algo tan negativo si te digo la verdad.

No es que me guste hacer daño a nadie, claro que no.

Pero si tienes a gente a tu alrededor con la que ser sincero, aunque sea en exceso, discutir y luego reconciliarte, puedes sentirte afortunado.

Hay muchas personas que pasan por esta vida sin una buena reconciliación, y eso es porque no tienen a nadie que les importe lo suficiente.

Y eso es lo más triste que te puede pasar en esta vida.

Te leo.

Iñaki Arcocha

P.D: Jugué muchísimas más partidas con mi primo al Monopoly y jamás le gané. Soy tan malo que hoy en día me ganan mis hijos de 8 y 6 años.

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