Sonríe

Aunque el Viento te Levante la Falda

Alice Herz-Sommer, pianista y profesora de música de origen checo, fue la superviviente más longeva del Holocausto.

Vivió hasta los 110 años.

Nos dejó en 2014 después de una vida de película llena de lecciones inolvidables.

Nacida en 1903, en una familia judía culta y amante de la música, destacó desde pequeña al piano.

Durante su infancia creció rodeada de grandes intelectuales y compositores como Franz Kafka o Gustav Mahler.

Lo que entonces parecía sólo una pasión, más tarde le salvaría la vida.

En 1943, Alice y su hijo Raphael, de cinco años, fueron deportados al campo de concentración de Theresienstadt.

Su marido acabó en Auschwitz, donde sería ejecutado poco después.

Una madre y su hijo, juntos en el peor infierno creado por el hombre.

Podrían haber corrido la misma suerte que tantos otros, pero gracias a la música no fue así.

Alice dio más de 100 conciertos musicales, deleitando tanto los oficiales nazis como a los prisioneros.

Por mucho que le repugnaban la sonrisa de sus carceleros, ella se las devolvía con mayor fuerza.

Era la única manera de asegurarse un nuevo concierto.

Y un nuevo concierto significaba un día más de vida.

Tiempo después, en una entrevista, le preguntaron cómo podía poner tan buena cara en una situación imposible.

¿Qué niño no es feliz cuando ve a su madre sonreír?

No hay más preguntas, señoría.

Alice no era ingenua; sabía perfectamente la maldad que la rodeaba.

Pero eligió no fijarse en ella.

Decidió ser optimista, incluso en un campo de concentración, y dedicar todos sus esfuerzos a que su hijo fuera lo más feliz posible.

Y lo logró.

Además de optimista, Alice tenía una vis cómica única.

En una sesión fotográfica por su centenario, una ráfaga de viento levantó su falda.

Muy a lo Marilyn.

En lugar de taparse las piernas, prefirió sujetarse la boina.

Ante la sorpresa del fotógrafo, ella se lo explicó sin dudar.

Lo que usted ha visto ahí abajo tiene 100 años. La boina es nueva.

Bravo.

En un mundo donde la mayoría se empeña en ver el lado negativo de todo, encontrar a alguien que mira al futuro con ilusión es un regalo del cielo.

A todos nos gusta estar rodeados de personas que puntúan alto en el coeficiente de optimismo.

Preferimos a quienes buscan soluciones y no culpables.

A los que no se preocupan por lo que ya no tienen remedio.

Incluso la Nasa lo tiene claro: nadie quiere viajar a Marte con un pesimista a bordo.

Y lo que vale para la Nasa, vale para nosotros.

¿Quién quiere un pesimista a su lado?

Nos alejamos de quienes desperdician su tiempo aferrándose a un pasado que ya no pueden cambiar.

Huimos despavoridos de los que se lamentan día sí y día no por su mala suerte.

Cuánta energía desperdiciada.

Cuánto tiempo perdido.

Siempre habrá un viento inesperado que amenace con mostrar tus vergüenzas.

Y siempre podrás elegir aferrarte a lo que realmente vale la pena.

Al hacerlo, no te olvides de algo importante.

Siempre con una sonrisa.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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