Tíra Tú el Penalti

O Vive de Pasajero

Hay historias que terminan bien.

Y otras no tanto.

Roberto Baggio fue uno de los futbolistas más recordados de la década de los 90.

Italiano de pura raza, creativo como pocos y con un padre, Florindo, aún más futbolero que él mismo.

Florindo nunca había visto a Italia ganar una Copa del Mundo y vivía cada fase final con una pasión que no dejaba indiferente al pequeño Roberto.

Un buen día, después de la enésima eliminación de Italia en un mundial, Roberto le prometió a su padre que él lograría traer la ansiada victoria para Italia.

La inocencia de su hijo logró enjuagar la amargura de Florindo, aunque no le dio demasiada importancia en ese momento.

Pasaron los años y Roberto se convirtió en uno de los mejores jugadores del mundo y en la máxima figura del combinado italiano.

No sólo eso, sino que logró llevar a Italia a la final del mundial de EE.UU en 1994, con goles decisivos ante Nigeria, España y Bulgaria.

¿A quién se enfrentaba en la final?

La temible Brasil de los Romario, Bebeto, Mauro Silva o Cafú.

Casi nada.

Por si fuera poco, el partido concluyó 0-0 tras dos prórrogas, por lo que todo se decidiría en la tanda de penaltis.

3-2 a favor de Brasil.

Italia tiene que marcar para mantenerse viva en el partido.

Turno para….

…Roberto Baggio.

¿Cuántos penaltis había fallado en toda la temporada?

Cero.

Ninguno.

100% de efectividad.

Pero ese…..lo falló.

Ninguno de los anteriores había sido en la final de un mundial, con el destino de un país en sus pies.

Balón por encima del larguero, Brasil tetra campeona del mundo y la figura de Baggio pasando a la historia, pero no como él quería.

Manos en las caderas y la cabeza gacha: la máxima expresión de la derrota.

La presión no se puede entrenar.

Se tiene que practicar.

Puedes prepararte todo lo que quieras para un evento importante, una entrevista o una cita romántica.

Pero hasta que estés ahí….. no sabrás de lo que estás hecho.

Está muy bien practicar.

Soy fiel creyente de que la mejor improvisación es la que has perfeccionado 1.000 veces en casa.

Pero todo cambia cuando pasas de la teoría a la práctica.

Cuando llegas al “momento de la verdad”.

¿Sabes qué es lo mejor?

Que, aunque siempre sentirás un cosquilleo en el estómago, cada vez que te expongas lo harás mejor.

Mi primer vídeo en YouTube no se parece en nada al número 100.

Todavía siento vértigo cada vez que enciendo la cámara y me pongo a hablar, pero la sensación desaparece rápidamente y el resultado final no tiene nada que ver.

Cuando nunca vas a mejorar es cuando no te expones.

Cuando sigues dejando que otros hablen en las reuniones del trabajo.

Cuando no pides ese aumento de sueldo que sabes que te mereces.

Cuando no llamas a tu cliente más importante por miedo a lo que pueda decirte.

Cuando te escondes y dejas que otros tomen las decisiones importantes.

¿Y qué consigues?

Exactamente eso.

Que no seas tú el que va al volante, sino en el asiento del pasajero.

No vivas con tanto miedo.

Inténtalo, equivócate y vuelve a intentarlo.

Sólo con eso ya estarás muy por delante de todos los demás.

De todos los que prefieren ser guiados antes que ser responsables de sus propias decisiones.

Por cierto, Baggio y su padre siguieron queriéndose y adorándose el resto de sus vidas.

Porque las promesas no se rompen cuando fallas, sino cuando dejas de intentarlo.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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