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Tienes que Elegir
No hay grises
Pulp Fiction.
Peliculón de los 90.
Y qué gran director es Quentin Tarantino.
¿Su mejor película?
No lo sé.
Por ahí andará.
Lo que sí sé es que estuvo a punto de no ser tan redonda.
Tan perfecta como es.
Bruce Willis era uno de los actores más cotizados en aquellos momentos.
Si se interesaba por un proyecto, la única respuesta posible era:
Sí, claro.
Pero Quentin Tarantino no era, ni es, un director cualquiera.
Siempre ha tenido muy claro que o se hace a su manera, o no se hace.
Cuando Willis le llamó para hablar del guion de una de sus películas, por supuesto que le halagó.
Lo que Tarantino no espera es que quisiera hablar de Pulp Fiction.
Era de sobra conocido que Willis amaba Reservoir Dogs.
Por eso, el director pensaba que hablarían sobre esa película.
Pero no:
He leído el guion de Pulp Fiction y quiero el papel de Vincent.
Tarantino le dijo que no.
A una super estrella de Hollywood.
Porque ese papel estaba hecho a la medida de Travolta, y ya se lo había ofrecido a él.
Ok, entonces dame el de Jules. Ya sé que está pensando para un afroamericano, pero me encantaría interpretarlo.
¿Qué respondió Tarantino?
Que tampoco.
No había nadie mejor que Samuel L. Jackson para hacer del bueno de Jules.
Pero le dio otra opción.
Aún sabiendo que rara vez se tiene una segunda oportunidad con una superestrella.
Y muchísimo menos, una tercera.
Hay un tercer protagonista en la historia. Un boxeador en declive llamado Butch. Te pido que vuelvas a leer el guion, pero esta vez imaginándote en ese papel.
A los pocos días, sonó el teléfono de Tarantino.
Era Bruce Willis.
La oración más corta en la Biblia es: “Jesús lloró”.
Y la oración más corta en Hollywood es: “Estoy dentro”.
El resto….ya lo conoces.
Pulp Fiction sólo pudo existir como la conocemos gracias a la elección de Bruce Willis.
No entre papeles dentro de la película.
Sino entre vanidad o humildad.
Entre creerse más que nadie, por ser un actor importante al que todos le besaban los pies.
O tener la humildad suficiente para reconsiderar sus ideas y ver que había otras mejores.
En la vida no se puede estar en los dos lados.
Tienes que elegir.
O McDonald´s o Burger King.
O Coca-Cola o Pepsi.
Jordan o Lebron.
Vanidoso o humilde.
Si eres humilde, sabes que por muy bien que te vaya, lo podrías hacer mejor.
Si eres vanidoso, no dejas espacio para nadie más.
Sólo cabe tu ego.
No puedes estar a medias.
De la misma manera que no puedes estar medio embarazado o medio casado.
O eres una persona vanidosa, o eres humilde.
Sin grises.
Ojo.
Ser humilde no significa caminar con la cabeza gacha y creerte menos que nadie.
Para nada.
Ser humilde significa preguntarse: ¿A quién estoy ayudando con lo que hago?
Mientras que un vanidoso sólo se cuestiona: ¿Qué gano yo con esto?
La vanidad te vende seguridad y autoestima, mientras te mantiene eternamente insatisfecho.
La humildad nunca te promete nada.
No tiene disfraz alguno.
Sólo está ahí, para recordarte todo lo que te queda por hacer.
Pero también, todo lo que ya has conseguido.
El mejor profesor es el que sabe que es bueno gracias a sus alumnos.
El mejor líder es el que es consciente de que trabaja para su equipo, y no su equipo para él.
Y la mejor persona es el que, habiendo conseguido todo, es consciente de que el mundo no gira a su alrededor.
¿Qué va a ser, entonces?
¿Vanidad o humildad?
No hace falta que digas nada.
Tu elección hablará por ti.
Te leo.
Iñaki Arcocha
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