Ese Día

Siempre llega

Ese día siempre llega.

El día que te levantas como cualquier otra mañana.

Te duchas.

Desayunas.

Te vistes mientras te lavas los dientes.

Y te vas a trabajar.

En algún momento del día te das cuenta.

De repente.

Lo que te hace pararte un momento y dejar todo lo que estás haciendo.

Porque es la primera vez que han pasado horas sin pensar en eso que te atormenta.

Has logrado continuar con tu vida y tu rutina sin darle vueltas una y otra vez a lo que no tiene solución.

Y, más importante aún: te has dado cuenta de que puedes olvidar.

Cuando eso pasa -cuando sabes que puedes pasar página y avanzar- todo se vuelva más fácil.

Durante un tiempo también se vuelve más triste.

El sentimiento de culpa por el olvido puede ser muy poderoso.

A mí me pasó el primer día que no me acordé de mi padre.

Y muchos años después, cuando durante todo un día no pensé en mi amigo Fernando.

En ambas ocasiones volví a llorar.

De pena.

Una pena distinta.

Como si al olvidarlos volvieran a morir una vez más.

Pero con el tiempo me di cuenta de que esa es la única manera de poder seguir viviendo.

Siendo consciente de que es una herida que nunca se cura, pero al menos cicatriza.

No sé cuál es tu tortura particular.

Esa a la que no dejas marchar y que utilizas para castigarte.

Todos tenemos una.

Lo que sí sé es que un día la olvidarás.

Al menos durante un tiempo.

Y ahí, por fin, dejarás de luchar contra lo que fue o no fue.

Lo que hiciste o dejaste de hacer.

Lo que pasó o dejó de pasar.

Y empezarás a vivir con lo que es.

El dolor nunca se irá del todo.

Los recuerdos tampoco.

Pero aceptar que no cambiará es lo que te traerá lo que buscas.

Lo que quieres sin ser consciente de ello:

Paz.

Y la paz es a lo que yo llamo felicidad.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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