Una ejemplo de vida eterno

Lo que das te viene siempre de vuelta

Una tarde, sin previo aviso, Fernando me llamó para preguntarme por un amigo mío que entonces trabajaba Samsung. En aquel momento, yo residía en Madrid, y él, inmerso en los preparativos de su boda, buscaba opciones de televisiones grandes a buen precio.

Fernando y yo hemos sido amigos incondicionales desde la adolescencia. Nos conocimos en Marbella, donde nuestras familias pasaban todos los veranos, y desde el primer momento, la conexión fue instantánea.

Nuestra amistad se fortaleció con el paso de los años, en aquella era previa a Internet, cuando aún no teníamos carné de conducir y nos veíamos de verano en verano. Durante los primeros años, manteníamos el contacto intercambiando un par de cartas anuales y, al reencontrarnos cada verano, era como si apenas hubiera pasado un día desde nuestra última despedida.

Juntos, compartimos innumerables experiencias: noches de fiesta, amores, desamores, el paso a la universidad, los primeros trabajos y varios viajes al extranjero.

Sin embargo, nunca llegamos a ver ninguna película juntos en aquel televisor, pues Fernando falleció ese mismo año antes de poder celebrar su boda. Luchó valientemente contra una enfermedad terrible durante seis meses, pero, lamentablemente, no logró superarla.

Han transcurrido ya 15 largos años desde entonces, y no pasa un día sin que recuerde su ejemplo y valentía frente a lo inevitable.

Recuerdo con absoluta claridad aquella llamada, pues en ese momento Fernando ya había sido desahuciado por los médicos y, de hecho, falleció pocos días después. A pesar de ser plenamente consciente de lo que pasaba, nunca dejó de hacer planes y vivir como si tuviera toda una vida por delante.

La historia de Fernando es un testimonio eterno de vida y yo soy la prueba viviente de ello. Nunca lo olvidaré.

Lamentablemente, lo que sí he olvidado casi por completo es el tono de su voz y gran parte de nuestras vivencias. En aquel entonces, los teléfonos inteligentes aún no existían, por lo que apenas conservo algunas fotos y aquellas cartas veraniegas. Eran otros tiempos, donde la prioridad era vivir el momento presente en lugar de capturarlo para el futuro.

A pesar del paso del tiempo, no puedo evitar preguntarme qué haría él cuando me enfrento a decisiones complicadas. Fernando poseía el don de simplificar todos los problemas, reduciéndolos a decisiones simples. Vivía con un optimismo infinito y no permitía que las preocupaciones empañaran su vida.

Con esa actitud, no es sorprendente que las cosas buenas siempre parecieran encontrarlo. Al final, la ley de la atracción funciona casi siempre: lo positivo atrae lo positivo, y lo negativo, lo negativo. En otras palabras, todo lo que das, tarde o temprano, te viene de vuelta.

Paulo Coehlo lo expresó de manera más poética y un tanto cursi en “El Alquimista”. Según Coehlo, si deseas algo con la suficiente fuerza, el Universo entero conspira para que lo consigas.

No es de extrañar que este libro fuera el favorito de Fernando y el primero que me regaló en uno de mis cumpleaños.

No creo que haya que ser tan dramático como Coelho pero sí creo firmemente en el círculo virtuoso de hacer el bien para atraer a buenas personas que deriven en un mejor futuro para todos.

Te leo.

Iñaki Arcocha