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Una historia de aeropuerto
Respétate a ti mismo
El año pasado disfruté de las mejores vacaciones de mi vida: India y Maldivas.
Con la mejor compañía imposible, comencé mi viaje en la India, disfrutando de maravillas indescriptibles como el Taj Mahal.
Luego, nuestro destino final fueron las playas paradisíacas de las Maldivas.
La India no es para todo el mundo, pero si alguna vez tienes ocasión y te gusta la playa, lo de las Maldivas es para volverse loco.
El único nubarrón en tan increíble viaje, lo sufrimos en el aeropuerto de la India rumbo a las Maldivas.
La seguridad allí es una cosa espeluznante, especialmente el control de seguridad.
Las bandejas para depositar las bolsas de viaje eran minúsculas y, a mi compañera de viaje y de vida, digamos que le gusta viajar con varios bolsos.
Uno no sabe si es una mujer con mochilas o unas mochilas que llevan a una mujer.
Así que empecé a apilar bandejitas en fila india, nunca mejor dicho, mientras separaba los aparatos eléctricos, líquidos y demás parafernalia.
El caso es que había un grupo de alemanes justo detrás que estaban terriblemente interesados en nosotros.
Hasta tal punto que no sé si me iban a pedir el número de teléfono o directamente en matrimonio.
Ese era el nivel de aburrimiento vital.
En un momento dado, uno de ellos le dio un codazo a otro y señaló con la mirada mi gestión de las bandejas.
Hasta ahí todo bien.
El problema fue cuando empezaron a contar en alemán y en voz alta el número de bandejas que utilizaba.
“Eins, zwei, drei, vier…..”
Y ahí es cuando se me empezó a poner el hígado verde, como diría mi madre.
Por lo general, soy una persona a la que le cuesta reaccionar y responder ante estas situaciones porque la mala educación me desarma por completo.
Es mi kryptonita y siempre lo ha sido.
Menos cuando se me hincha lo que no se me tiene que hinchar y empieza la fiesta.
Mi respuesta, en perfecto castellano y mirándolos a los ojos fue:
“Cuatro, cinco, seis…..yo también sé contar hasta 100”
A lo que continué, esta vez en inglés:
“Do you have any problem with our trays?”
Un poco macarra, lo sé, pero la verdad es que la gente que se cree más lista que nadie me saca bastante de quicio.
El tema no pasó de ahí, hicieron la mítica estrategia del pájaro invisible, mirando hacia otro lado, y no volvimos a verlos dentro del aeropuerto.
Debo confesar que ese día dormí como un bebé.
En demasiadas ocasiones dejamos pasar actos incívicos y maleducados por no meternos en problemas o tener la fiesta en paz.
Sin duda, se vive mejor sin meterse en líos, pero tampoco se arregla nada callándote y dejándolo pasar.
En ocasiones, hay que plantarse, marcar una línea clara en el suelo y decir: “Hoy no”.
Tan necesario es no darle importancia a las pequeñas tonterías de la vida como no quedarse callado ante la mala educación.
El respeto hacia los demás empieza siempre por el respeto a uno mismo.
Te leo.
Iñaki Arcocha