Una Relación Tóxica

Valora a quien se queda

¿Novia tóxica?

No creo que eso sea justo.

Quizás el tóxico era yo.

O lo éramos los dos.

Poco importa ahora.

El caso es que fue la primera novia que me rompió el corazón.

La segunda novia en mi haber, por entonces.

19 añitos .

Y siendo de Bilbao, donde no se liga ni de casualidad, no estaba nada mal.

Con la primera no me porté bien.

Chico malo.

Y tonto.

Así que el karma me la devolvió con la segunda.

Veranito y hasta luego Lucas, Iñaki.

Hace mucho calor en Santander y yo tengo demasiadas ganas de fiesta como para esperarte un par de meses.

¿Qué hice yo?

Pues como buen hombre de pelo en el pecho… llorar como una magdalena.

O bueno, igual es que se me metió algo en el ojo.

Que los de Bilbao no ligamos… pero tampoco lloramos.

O eso dicen.

¿Qué más hice?

Obsesionarme.

Pensar que había perdido el tren de mi vida….

….a los 19 años y por alguien que me dejaba por otro…

….¿de verdad que se puede ser así de imbécil tan pronto?

Madre mía.

Me pasé todo el verano medio jo…fastidiado, y con un humor de perros.

Mis amigos no notaron nada, porque en aquella época era mi modus operandi:

decir gilipolleces para que se rieran, y luego estar de mal café durante horas.

Cada uno tiene sus roles en los grupos.

Ese era el mío.

Pero igualmente, lo pasé fatal.

¿Hice alguna cosita más?

Claro, porque cuando uno es tonto, lo es con ganas.

Y todo el tiempo.

A la vuelta del verano, estaba tan emperrado que volví con ella.

¿Resultado?

A los dos meses lo dejamos de nuevo.

Esta vez fui yo.

Y esa ruptura desembocó en una de las peores situaciones de mi vida.

Fiesta universitaria – lanzamiento de cubata que esquivo - aterriza en la cara de un amigo – discusión a grito pelado.

4 años sin hablarnos.

El tiempo lo cura todo.

Y en una reunión de exalumnos lo arreglamos.

O algo así.

Las estupideces que cometemos por amor sólo son comparables a las que cometemos por obsesión.

Obsesión por conseguir ese puesto de ensueño.

Por poder permitirnos la casa que, ahora sí, nos pondrá donde “debemos” estar.

Por perseguir a quien no merece nuestra atención.

Por mantener relaciones que ya no nos aportan nada.

¿Cuál es el precio que pagamos?

El más alto de todos.

Dejamos de lado a quienes sí se quedan con nosotros.

A los amigos que nunca fallan.

A los hermanos que siempre escuchan.

A los padres que, en su infinita paciencia, siempre tienen su hombro disponible.

Somos terriblemente injustos con quienes nos quieren.

Y tratamos mucho peor que a los que sí están, que a los que no nos quieren ni ver.

Valora a los que te valoran.

Quiere a los que te quieren.

Y no eches de menos a quien decidió irse.

No le des ese poder.

Ni esa satisfacción.

Cada vez que veo una oferta para “clientes nuevos”, lo pienso.

¿Por qué tratan mejor al de fuera que al de dentro?

¿Por qué buscamos siempre la validación de quién ni nos mira,

y menospreciamos a quien nunca se ha movido de nuestro lado?

No seas tan injusto.

Tan desagradecido.

Valora lo que tienes.

Agradece a quienes están.

Y nunca busques fuera lo que ya tienes dentro.

Perseguir sueños está muy bien.

Pero nunca a costa de los que te rodean.

Porque si lo haces, como me pasó a mí,

te darás cuenta de que sólo perseguías un espejismo.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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