Una y No Más

La Noche Buena que no fue

Me perdí una Noche Buena.

Tendría 24 ó 25 años.

No muchos más.

Ni menos.

Por entonces estaba enfadado con la vida.

A veces, aún lo estoy.

La Navidad no era una época especialmente alegre para mí.

Soy creyente, así que importante sí era, pero no alegre.

Aún no tenía hijos.

Ni había hecho las paces con el de Arriba.

Pero nada de eso tuvo que ver con no pasar la noche más familiar del año con mis hermanas y mi madre.

La culpa, como de casi todo por aquella época, la tuvo una borrachera.

En aquellos años, las mañanas del 24 y del 31 eran de las más divertidas del calendario.

Con diferencia.

Trabajabas hasta el mediodía y luego por Bilbao de pintxos, vinos y….copas.

Como éramos jóvenes, inconscientes y sin hijos, solíamos empalmar directamente con la cena.

Aquella vez se me fue la mano con las copas.

Maldita Compañía del Ron (bar mítico de Bilbao).

El piloto automático me debió depositar en casa sobre las 20:00.

Me fui a mi cuarto a “descansar” antes de la cena y así estar más presentable.

Lo de todos los años.

Sólo que esta vez abrí los ojos a las 00:30.

Nadie había ido a despertarme.

Ahora podría decirte que asumí la situación estoicamente.

Que entendí que me dejaran dormir la curda.

Que no quisieran pasar la noche con un postadolescente cocido en la mesa.

Que les sonreí a todos y mascullé una disculpa por haber llegado nadando a casa.

Pero es que no me gusta mentir.

La verdad es que me pegué un cabreo de campeonato mundial.

Me parecía intolerable que no me hubieran despertado.

Que hubieran preferido pasar la noche sin mí, antes que conmigo.

Y durante muchos años recordé esa noche con rencor.

Como una prueba más de que no importaba a mi familia.

Ya te he dicho que estaba enfadado con el mundo.

Con el tiempo lo vi de manera diferente.

Sigo pensando que debería haberme despertado.

Pero ahora tengo claro que el pecado original fue mío.

El que juega con fuego se quema.

Y aprendí algo mucho más importante.

Que, en contra de lo que yo mismo pensaba, la familia es mucho más importante de lo que creemos.

A pesar de las broncas.

Las desavenencias.

Y los desencuentros.

En todas las familias cuecen habas.

Y cuando son cuatro hermanos, ni te cuento.

Pero hay una razón por la que siempre acabas volviendo al redil.

Las películas en familia un domingo por la tarde de lluvia.

Visitar a escondidas el cuarto de tus hermanas mayores cuando no están.

Las confidencias con tu hermana pequeña y más cercana a tu edad.

El abrazo de una madre que siempre está ahí, hagas lo que hagas.

Y, por supuesto, esos días en los que se celebra, simplemente, estar juntos.

Son mucho más importantes de lo que te imaginas.

Y te lo digo yo, que me pasé media vida enfadado con la mía….

sólo para darme cuenta de que, cuando los necesité,

siempre estuvieron para mí.

Sólo por eso, no pienso perderme ninguna otra Noche Buena.

Porque cuando hay que estar…. se está.

Feliz Navidad.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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