Urgencias y Prioridades

La Historia de un Banquero Mítico

Mario Conde fue uno de los banqueros más emblemáticos e importantes de España en la década de los 80 y 90.

Hombre hecho a sí mismo desde sus humildes orígenes en Tui, en la Galicia más rural, siempre trabajó para pagarse sus estudios…..y sus caprichos.

Consiguió ser uno de los Abogados del Estado más jóvenes de su generación, después de su legendario paso por la Universidad de Deusto.

Casualmente, mi Alma Mater, donde estudié Administración de Empresas un par de décadas después que él.

Hasta mi época llegaron las historias de su exitoso paso por la Universidad, incluyendo su Matrícula de Honor Cum Laude y cómo vendía sus inmaculados apuntes a sus compañeros y promociones posteriores.

El joven Mario Conde no tenía colchón de seguridad, así que no podía fallar en la universidad; tenía que ser el mejor de su promoción.

Y lo consiguió con creces.

Después de la Universidad, trabajó como Abogado del Estado hasta que se dio cuenta de que el dinero y el poder se encontraban en el sector privado y no en el público.

Conde es conocido principalmente por su historia de triunfo y tragedia en la presidencia del Banco Banesco, uno de los bancos más importantes de su época en España.

Pero la verdad es que llegó a la banca por casualidad.

Realmente fue idea de su socio y amigo de toda la vida, Juan Abelló, que le convenció de comprar y presidir Banesto, después de una operación de venta multimillonaria de la farmacéutica española Antibióticos S.A. a la italiana Montedison.

Con aquella operación, sus problemas financieros y los de varias generaciones estaban más que resueltos, pero el sueño de Abelló siempre fue el de presidir un banco.

Y si ese banco era Banesto, la entidad financiera más elegante de su época, la tentación era irresistible.

El caso es que Juan Abelló terminó de convencer a su amigo del alma, y Mario Conde asumió la presidencia de Banesto a la tempranisima edad de 39 años.

Lo normal, antes y ahora, es que un presidente de banca prácticamente doblara dicha edad.

Lo que sucedió después - el auge, la caída, el descrédito y finalmente la cárcel - es ya parte de la historia de la banca española.

El mito de Mario Conde pervivió durante años y alimentó a generaciones de estudiantes, e incluso recientemente está experimentando un curioso revival.

De las infinitas historias, lecciones y anécdotas que nos dejó Conde en su paso por Banesto, hay una que me gusta por encima de todas las demás.

Cuando su secretaria entraba en su despacho presa del estrés y la urgencia, porque alguna personalidad importante reclamaba la atención de su jefe, Mario siempre le respondía lo mismo.

“¿Dice que es urgente? Pero, ¿urgente para quién? ¿para él o para mí? Porque no es lo mismo”.

Siempre que escucho esta historia, no puedo evitar pensar en las miles de veces que me han interrumpido, o he interrumpido yo, con el mismo pretexto.

Reclamamos a los demás con “urgencia”, sobre temas “importantísimos” que deben ser solucionados “inmediatamente”.

¿Pero realmente para quién es tan urgente, importante y apremiante que se solucionen esos supuestos problemas?

Nuestro ego tiende a jugarnos malas pasadas y nos hace pensar que nuestras prioridades son compartidas por el resto del mundo.

Y no es así.

Piensa que cuando asaltas a alguien para exigirle sin demora, en realidad, lo que le estás pidiendo es que te ceda el bien más valioso que tiene.

Su tiempo.

El tiempo, es por definición, el bien más escaso que tenemos y, por tanto, el más valioso.

De largo.

No se puede comprar, tampoco vender, pero sí se puede regalar y, en algunas ocasiones, “robar”.

Así que si puedes ser puntual (y no miro a nadie), considerado cuando interrumpes a alguien en el trabajo o pensártelo dos veces antes de llamar a alguien con TU urgencia, mejor que mejor.

Respetar el tiempo de los demás es el primer paso para que empiecen a respetar el tuyo.

Te leo.

Iñaki Arcocha

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